Capítulo 44.

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Aly estuvo todo el recorrido en silencio, calculando la distancia y el tiempo que podía tomar desde la estación hasta el lugar donde se dirigían. Por varios minutos no pudo ver el recorrido pues les habían vendado los ojos. Cuando dejó de escuchar al gentilicio y los sonidos de los carros supuso que se estaban alejando de la ciudad y así fue. Estaban a las afueras de la ciudad, un poco más allá del bosque.

Al llegar a la gran casa todas las mujeres empezaron a terminar de arreglarse y organizar sus implementos. Aly se percató de que entre todos los presentes no se encontraba Gordon, pero Bárbara le hizo saber que aún faltaban unos cuantos o quizá podría estar ubicado en una zona especial sin tener que involucrarse con los trabajadores.

Tuvo que acoplarse a la situación y empezar a participar. Bailó por varios minutos, seduciendo a los presentes con cautivadores movimientos mientras recogía el dinero y se aguantaba el repudio que sentía por quienes le agarraban alguna parte de su cuerpo sin piedad mientras le metían unos cuantos billetes en el pecho.

Descansó cuando varios empezaron a beber y después vio el espectáculo que algunas mujeres empezaron a hacer. Las cosas que vio aquella noche le hicieron saber que la imaginación de muchos realmente superaba los limites. Las mujeres bailaban, se tocaban, se estimulaba, besaban, lamian, chupaban, se introducían objetos y de más cosas que calentara a los presentes. Hacían lo que ellos más quisieran ver para que a medida que pasarán los minutos y los tragos fueran aumentando ellos soltaran más dinero.

A Bárbara la había perdido de vista por varios minutos cuando algunos hombres empezaron a pasar a los cuartos con mujeres mientras las otras se limpiaban los fluidos y lubricante.

Aly se sentó en el borde de la cama y miró el cuarto que les habían asignado para que se asearan. Miró a la joven a su lado que minutos antes había bailado con ella y le había apretado los senos como si esperara que salieran chorros de leche.

—¿Sabes a qué hora podremos irnos?

—Hasta que den la orden. Todas llegamos, todas nos vamos.

—Entiendo.

—Por cierto, Candice, te mueves realmente bien —comentó y Aly le sonrió.

Una mujer de lencería roja entró al cuarto con una completa expresión de angustia— ¡Pacheco está aquí, está muy ebrio!

—Oh no...

—¿Quién es Pacheco? —preguntó Aly.

—El imbécil que tuvo problemas en su infancia y ahora se desquita.

—La madre de Pacheco lo golpeaba y ahora el muy enfermo golpe a las mujeres, desahogándose por sus años de infancia —agregó la de la lencería roja.

—Bárbara realmente soporta mucho por su hija.

—¿Bárbara?

—Sí. Ella está en la categoría de que pueden hacerle de todo pues así puede ganar más dinero. Ese "de todo" generalmente es practicar BDSM, pero con Pacheco eso significa un "deja que te golpeen, no digas ni hagas nada. Al fin y al cabo, te pagan por eso"

Bárbara entró a la habitación quitándose lo que traía para ponerse otra ropa— ¿Qué pasa, Vane?

La de la lencería roja respondió— Pacheco está solicitando a una mujer en el cuarto del ala este.

La expresión de Bárbara inmediatamente fue de terror— ¿Chira no envió a alguien más para categoría de BDSM?

Vane negó— Hoy no.

Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de Bárbara— No puedo, Vane. Realmente no puedo. La última vez estuve por más de una semana en la clínica. —dijo, llena de pánico— No puedo soportar otra golpiza. Sabes que tengo una hija, no puedo dejarla sola.

La promesa de dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora