Andrew.
Al entrar a mi habitación cerré de un portazo. Nunca se me había dado lo de quedarme encerrado cuando la cabeza me bombeaba por algún malestar.
Alison me había sacado de quicio aquella noche y no tenía una puñetera idea del por qué se tenía que comportar así. Ni siquiera cuando sacaba la rabia de mí lograba odiarla, porque eso era lo que ella quería, quería que la despreciara tanto como para dejar de quererla, pero es algo que nunca podre lograr.
Rápidamente me cambié de ropa y salí. Derek al verme se puso de pie.
—¿A dónde vas?
—Fuera —le dije mientras buscaba las llaves del audi en la sala de estar.
—¿Te acompaño?
—Estaré bien solo.
Justo cuando estaba por salir giré mi vista hacia el pasillo. Jay estaba apoyado contra la puerta de madera donde yo había estado minutos antes. Lo vi dar unos pequeños golpes a la puerta y después susurrar algo. A él si le abrieron la puerta.
Me apresuré a salir de la casa y subí al auto. Cuando algo me molestaba prefería que el enojo me tomara por completo. Siempre me había sido más fácil manejar la rabia, pero esa noche tenía un extraño y para nada agradable sentimiento. Era ese sentimiento donde sientes que algo se quiebra, donde algo te ahoga, ese que te quita el aliento por completo y te hace creer que estás a punto de morir.
Cuando un asqueroso sollozo quiso salir de mí, pise con fuerza el acelerador con el afán de llegar a Wunsch. En cuanto llegue pude ver a los empleados que aun limpiaban el desastre y a uno que otro cliente que había quedado inconsciente en alguna parte del lugar.
A grandes zancadas llegué a la oficina y después de sacar una botella de bourbon me senté en el sofá. Me apreté el puente de la nariz mientras tragaba con fuerza, me negaba a llorar, no quería hacerlo. Dejé ir mi cabeza hacia atrás en cuanto puse la botella en mi boca, el líquido bajó directo mientras quemaba todo a su paso.
Ya no te quiero.
Esas palabras resonaron una y otra vez en mi mente, torturándome. Me sentía como un completo idiota, ella tenía razón, me estaba aferrando a lo que tuvimos en un pasado y eso me hacía creer que tendríamos un futuro.
Lo de necio lo tenía por las nubes pues, aunque todo a mi alrededor pedía a gritos que me olvidara de ella para evitar tanto dolor, yo me negué a hacerlo. No podía obligarme a olvidar a quien más había amado.
Me llevé la mano a un costado del torso y por encima de la camisa toqué la zona donde una pequeña y simple palabra la adornaba. Con tinta negra, letras curvas y delgadas había conseguido mi última adquisición.
Alison
Llevo el nombre de la mujer que amo.
Recuerdo que esa noche me senté en el orillo del sofá y dejé la botella en el piso. No conseguía despejar la mente y evitar el dolor en el pecho pues por mi mente solo pasaba el rostro de Alison, solo podía pensar en lo que habíamos sido, éramos y para ese momento pensé en que no habría un lo que seremos.
Mis ojos se humedecieron, recordando todos los buenos momentos. No pude aguantarlo más y me quebré.
Llore como quizá no lo había hecho en muchísimo tiempo, las lágrimas ardían en los ojos y parecían no querer detenerse. Los sollozos me atacaron de forma despiadada. Incliné la cabeza llevándome las manos a la cara y un llanto descontrolado me envolvió. Las lágrimas parecían brotar cada vez más rápido de los ojos y corrían sin cesar por mis mejillas.
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La promesa de dos almas
RomanceDiez años después. Chicago y sus altos índices en criminalidad más la promesa de dos almas que juraron amarse. ¿Su relación evolucionará con el pasar de los casos o le darán paso a su amor para otra vida?