Capítulo 9.

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Andrew.

Después de que Alison le colgara a Jay nos ofrecimos a llevarlo a la estación, más que por cortesía fue por la curiosidad de saber con exactitud lo que pasaba. Iba manejando la Cadillac y se me hacía inevitable ver de reojo el celular de Jay, lo traía en la mano y no dejaba de enviarle mensajes a Alison, él realmente la quiere y se preocupa por ella, una parte de mi agradeció de que aun tuviera personas que sintieran eso por ella.

—Sé que eres más inteligente, Aly —susurró.

—¿Qué tan mal está la situación? —preguntó Derek desde los asientos traseros.

Jay suspiró— Ya no se ni que debo esperar de ella.

—¿Por qué estás tan preocupado? —Derek parecía muy curioso— La conocemos, es una buena chica, no es de las que ande por ahí acabando con las personas.

—Entonces ya no la conocen —aseguró Jay.

Fruncí el ceño y miré a Derek por el retrovisor. Los dos no teníamos ni idea a qué se refería.

—¿Por qué lo dices?

—Ella ahora es diferente. —dijo sin querer entrar en detalles— Pero ahora me preocupo más por cómo va a estar que por lo que pudo hacer. Si explota esta noche de seguro también se derrumbará. Ella no pudo llorarlo, no pudo estar en su funeral, ni siquiera pudo enterarse de su muerte en cuanto sucedió. Ha estado manteniéndose ocupada pero ahora que ha llegado a Henry supongo que será el momento en el que viva su duelo.

Llegamos al distrito y estacione la cadillac. Jay apuraba el paso y nosotros lo seguimos para evitar que alguien nos parara si quedábamos solos ya que había puertas que solo pueden cruzar las personas que trabajan en el lugar o solo si los mismos permiten el acceso.

Derek tenía una expresión algo divertida y sabía por qué. Tantas cosas que los Müller habíamos hecho nos hacía pensar que el día que pisáramos una estación de policía seria esposados, pero en el momento era una situación completamente diferente, empezábamos a creernos lo de ser unos aliados para los azules.

Me senté en la silla del escritorio de Alison y empecé a mirar algunas cosas. Un escritorio bastante ordenado y limpio, no tenía muchas cosas, solo un portátil, papeles y unos cuantos lápices, lo de más supuse que lo guardaba en los cajones que tenían seguro. Miré los demás escritorios y noté que en su mayoría tenían cosas personales como fotos o alguno que otro recuerdo. Los escritorios de Jay y Alison eran muy similares, parecía que eran muy reservados con sus cosas.

Mientras terminaba de observar los escritorios sentí la mirada del sargento Walker sobre mí. Yo no debía estar en ese lugar, pero no quería irme hasta ver que Alison estuviera bien. Me aleje un poco del escritorio de ella para que no pensara que estaba de fisgón.

Alcé mi vista hacia Derek quien estaba apoyado en el borde del escritorio, los ojos se le abrieron de par en par como si no creyera lo que estaba viendo.

—Ustedes dos parecen ser cortados con la misma tijera —me susurró y continuó con la vista al frente.

Giré un poco mi cabeza para ver qué era lo que le había sorprendido y entender a que se refería, fue así como pude ver a las dos personas que acababan de subir. Alison traía sangre fresca en sus manos y antebrazos, la mirada perdida y una expresión de haberle importado una mierda lo que había hecho, a su lado traía a un hombre esposado, el de la cabeza completamente rasurada venia quejándose del dolor, traía el ojo morado, la nariz rota, el labio le sangraba y una clara herida de bala en su muslo izquierdo. Ella había hecho eso y a Jay parecía no sorprenderle eso.

La promesa de dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora