Capítulo 20.

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Aunque Andrew parecía tranquilo mientras le acariciaba el cabello, lo percibí aun enojado. Era el mismo enojo que yo pude sentir cuando llevé a Henry a la estación. Lo había capturado y entregado, pero a decir verdad eso no era lo que yo quería del todo, yo quería que sufriera por lo menos una parte de lo que las tres familias habíamos sufrido, por eso terminé en el cuarto de casilleros descargando la rabia contra un espejo. Si yo estuve así después de saber que Henry al fin pagaría no podía ni imaginar cómo estaba Andrew al saber que lo que le había pasado a su padre se dejaría en olvido.

—Llegué a creer que tu padre había muerto porque estaba enfermo.

—Todos creímos que así seria —dijo, con esa voz débil que muy pocas veces se le escuchaba.

—¿Puedo saber qué pasó?

Tanto su actitud como su tono cambiaron a uno arisco— Gerhard. Eso pasó. Ese gran imbécil tenia afán de quitarlo del camino. —apagó el televisor y volvió a acomodarse— Mi viejo no fue el hombre perfecto y mierda, ni de chiste se acercó a ser una buena persona, pero... —hizo una pausa mientras la mandíbula se le tensaba. Más que enojo parecía que hacia un esfuerzo por no querer quebrarse.

—Pero era tu padre.

Él asintió con un leve movimiento de cabeza— Estuve enojado por muchos años con él. Siempre odié en lo que nos obligó a convertirnos y su forma de tratar, pero cuando regresé a Berlín él seguía viéndome como su mayor tesoro, como su único hijo y como la persona que más había extrañado y se había preocupado. Aunque su enfermedad lo tenía algo deteriorado nos cuidó. Movió todas sus fichas volviéndonos intocables. Se comportó como el hombre que nunca había sido, como un padre arrepentido y cálido.

La forma en la que hablaba de su padre fue muy diferente a la forma en la que me habló de él por primera vez, eso me sorprendió.

—Me alegra que la relación con tu padre cambiara y hasta mejorara.

—A mi también.

No sé si es que era muy curiosa o si ya había tomado la horrible costumbre de tomar todo como interrogatorios, pero quise preguntar.

—¿Quién es Gerhard?

—Un viejo jefe. Mi padre y él tuvieron varios altercados, eran los dos que siempre disputaban por más poder. Claramente los tres Müller siempre lograron puntear la lista. Gerhard ha ido perdiendo territorio, después de asesinar a mi padre creyó que sería el más grande entre todos, pero... bueno, hubo muchos cambios.

—¿Fue él? ¿Él lo asesinó?

—Aprovechó un descuido de todos y lo secuestró. —hizo tronar sus dedos intentando aliviar tensión y continuó hablando— Días después llegó un cd a casa. Tuvieron a mi padre encadenado y lo torturaron hasta la muerte, fue... —ladeo la cabeza intentando borrar los recuerdos— fue algo horrible de ver. Le hicieron cosas inimaginables y solo se reían viendo como le quitaban lo poco que le quedaba de vida.

Entendí la situación— Querías enviarle algo similar a Gerhard.

—Sí. Hace un par de mes simplemente se me metió a la cabeza la idea de que quería que sintiera lo mismo. Así de la nada y después de tantos años. Lo pensamos muy bien e hicimos varias movidas para que personas de aqui terminaran haciendo negocios con su hijo. Él cree que está extendiendo sus terrenos y que estaba haciendo buenas importaciones y exportaciones, pero todo fue parte de un plan para irlos trayendo poco a poco. Le quitamos mucho dinero y el golpe final sería quitarle a su hijo. A esta hora alguien de la Organización les debe estar informando que los negocios ya no seguirán y así cortar todo lazo.

La promesa de dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora