Capítulo 25.

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Alison.

Derek y yo íbamos cantando y moviendo alguno de nuestros brazos mientras él conducía. Él aun seguía conservando una actitud jovial y era algo que me agradaba, de cierta manera me hacía sentir como si tuviera la vibra de Camille cerca.

Después de unos minutos varios mensajes empezaron a llegar a mi celular.

Buenos días, detective Mendes. Este mensaje es para recordarle que debe asistir al examen que Cobra le ordenó.

Deje de leer el texto en la pantalla— Esto tiene que ser una jodida broma —susurre.

Le bajé un poco al volumen de la música y llamé al remitente del mensaje.

—Vaya, vaya, Mendes en mis llamadas, que sorpresa. Creí que ya te habías olvidado de nosotros.

—Cindy, ¿qué es ese mensaje?

—Un recordatorio —me contestó obvia.

—¿Cobra volvió a ordenar el examen?

—Sabes que lo ordenó por todo un año.

—Pero cumplí los primeros meses. No lo he vuelto a hacer y tampoco pienso volver a lo mismo.

—Fue algo que ustedes acordaron por un largo periodo de tiempo.

Torcí el gesto al recordar aquel día.

—Pero estoy en Chicago.

—Eso ya lo sé. —rio— Te agendé una cita para hoy mismo, el horario ya es a elección tuya pues no sabía si estarías ocupada. Y no te preocupes, conseguí contactos para seguir manteniendo eso fuera de los papeles. Al final de todo, ese informe es solo para Cobra.

—Eres tan cumplida con tu trabajo de secretaria que a veces te odio. —ella volvió a reír— Por cierto, dile que esta será la última vez que lo hago.

—Le daré el mensaje en cuanto lo vea.

—Gracias.

Después de lo dicho me despedí y colgué la llamada. Miré las calles tratando de ubicarme, estaba cerca del lugar al que tenía que ir.

—¿Te parece si nos vemos al rato para almorzar? No podré acompañarte a comprar las cosas para Wolfie, tengo algo pendiente.

—Te acompaño, si quieres.

—No es necesario, pero ¿podrías llevarme y después recogerme?

—¿A dónde debes ir?

—Al hospital principal.

Derek me miró por el rabillo del ojo y preguntó— ¿Qué tienes por hacer? ¿Está todo bien?

Tragué saliva incapaz de decirle, seguramente me preguntaría el por qué y me avergonzaría tener que admitir que, aunque siempre hubiese estado en contra de eso pasé cuatro días completamente drogada.

Sí, así fue. La detective que desde su infancia había odiado las drogas y el mundo que rodeaba a las mismas terminó comprando y consumiendo.

Había sido un par de meses atrás, realmente necesitaba despejarme un poco, sabía que la sensación en la que mi mente dejaba mi cuerpo sería temporal, pero así fueran cinco minutos iba a ser más que suficiente. Los problemas, las peleas, la perdida, el horrible dolor y la hirviente rabia me estaban llevando al borde del abismo.

Fueron exactamente cuatro días en los que me perdí a mi misma. Aunque por varios meses repetí casi la misma rutina esos cuatro días fueron en los que más toqué fondo. Quería mantener a Lucas fuera de mi mente porque el pensar que ya no estaba era lo que más empeoraba mi día. El extrañarlo me hacía volver a caer.

La promesa de dos almasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora