Cinco Meses I

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Camila se sorprendió al ver a una Jauregui muy fangosa abrir la puerta.

– Consigue periódicos y haz un camino hacia la cocina para mí, por favor, dijo la instructora.

– ¿Qué pasó? –Camila preguntó, tomando el papel cuidadosamente doblado de la mesa de café y protegiendo la sección de alfombra entre la puerta y la cocina. – Te ves como si hubieras caído en el pantano.

– También huelo a él, -dijo Jauregui, siguiendo el rastro del periódico hacia la cocina. – La cuerda del columpio se rompió. –Se quitó la camisa, que una vez fue blanca, pero ahora era marrón viscosa, y la arrojó al suelo junto a la lavadora. – Oh, eso apesta.

– ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? –Camila preguntó.

– No, respondió Jauregui, bajando sus pantalones cortos, luego se sentó en el suelo para desabrocharse las botas. – En realidad sí, tráeme una toalla de baño grande, por favor.

– Por supuesto. –Camila fue al baño y regresó con la toalla. – Aquí tienes.

Jauregui se levantó, su sujetador deportivo y bragas manchadas por el pantano.

– Date la vuelta. –Camila lo hizo, permitiendo que la instructora terminara de quitarse el resto de la ropa y se cubriera con la toalla. – Muy bien, me voy a duchar, –dijo Jauregui, pasando junto a Camila. – Me encargaré del desastre cuando termine.

– Está bien –, dijo Camila, mirando a la mujer vestida con una toalla retirarse al baño.–Una vez que escuchó el agua correr, la adolescente recogió la ropa embarrada y la puso en la lavadora.–Sin saber qué hacer con las botas, usó toallas de papel para limpiar la suciedad y limpiarlas lo mejor que pudo, luego las colocó en los escalones delanteros para que se secaran.– Qué desastre –, dijo en voz alta cuando echó un buen vistazo al piso de la cocina, manchado de pantano.–Debajo del fregadero, encontró el cubo de fregar el piso.

***

– Ahí, eso está mejor–, dijo Jauregui cuando entró en la sala de estar. – Me lavé el cabello tres veces y juro que todavía huelo ese pantano. – Se detuvo en la entrada de la cocina. – ¿Dónde está mi ropa?

– Los puse en la lavadora –, dijo Camila. – No sabía cómo limpiar tus botas, así que las puse en los escalones para que se sequen.

– No tenías que hacer eso, dijo Jauregui, luego le dio una sonrisa a la adolescente. – Gracias.

– De nada, –dijo Camila. – No tenía sentido que te limpies todo y luego toques esa ropa sucia.

– Lo aprecio –, dijo Jauregui, abriendo la lavadora y agregando detergente. – Veo que también limpiaste el piso.

Camila se encogió de hombros.

– Sólo tomó unos minutos. No quería que tuvieras que hacerlo.

– Gracias.

– De nada –, dijo Camila, su ritmo cardíaco aumentó ante la sonrisa que se le dio – Me alegro de poder ayudar.

Jauregui se frotó la nuca.

– Creo que me saqué algo.

– ¿Quieres que te lo frote? –Camila se ofreció, tratando de contener su emoción ante la posibilidad de tocar la piel de la mujer mayor.

– No, ah. –Jauregui hizo una mueca. – No creo que se vea bien tenerte sentada aquí frotándome el cuello. Pondré un poco de calor en él.

– No me importa, –dijo Camila, sintiendo que se le escapaba la oportunidad.

Camila Cabello (ADAPTACIÓN CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora