Doce Meses III

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–Despierta, dormilona–, llamó Jauregui por la puerta.

–Déjame dormir un poco más–, dijo Camila, mientras enterraba la cabeza debajo de la almohada. Comenzó a quedarse dormida nuevamente cuando de repente le quitaron las mantas y Jauregui la agarró por los tobillos y la empujó hacia la orilla de la cama.

–¿Qué? – Camila dijo, parpadeando rápidamente.

–Tengo preparado el café y la masa para panqueques. Ahora levántate. Tenemos que salir mientras los peces muerden.

Camila miró por la ventana.

–Pero aún está oscuro.

–No lo será para cuando salgamos–. Jauregui extendió la mano y la agarró por las manos, poniéndola de pie. –Ve al baño y yo empezaré a cocinar.

Camila se echó a reír cuando Jauregui se volvió y salió de la habitación.

–Un poco ansiosa, ¿no?

–Oye –, gritó Jauregui desde la otra habitación. –No vengo mucho aquí y no tengo la intención de perder ni un momento.

Camila sacudió la cabeza y se dirigió al baño.

***

–¿Cómo sabré cuando tenga uno?

Jauregui sonrió.

–No te preocupes, lo sabrás.

–Pero ¿cómo?

–Cuando sientas un tirón en la línea, es porque tienes uno. O cuando veas la boya hundirse, tienes uno también–. Jauregui le entregó a Camila la caña. –Cuando eso suceda, das una sacudida rápida para clavarle el anzuelo.

Camila asintió con la cabeza.

–No suena tan difícil.

–No lo es, una vez que te acostumbras–. Jauregui volvió a mirar su bote y sacudió la cabeza. Ella había querido sacarlo en el lago, pero uno de sus inquilinos no le dijo que lo habían dañado. No debería llevar mucho tiempo repararlo, pensó. Lo sacaremos mañana.

Camila miró el cubo de camarones descongelados que Jauregui había traído como cebo.

–¿Pensé que se suponía que debías usar gusanos como cebo?

–Puedes usar muchas cosas como cebo. Gusanos, grillos, hígado de pollo, queso. Cualquier cantidad de cosas, de verdad.

–Todos me suenan bastante desagradables. Bueno, todos excepto el queso.

Jauregui se echó a reír.

–Si vas a ser una pescadora de primera clase, los probarás a todos–. Ella caminó hasta el borde del muelle. –El agua es poco profunda alrededor del muelle, por lo que tendrás que lanzar tu anzuelo a las aguas más profundas. Quiero que practiques algunos lanzamientos antes de cebar el anzuelo. Mírame.

Camila observó todo lo que hizo la mujer mayor y le pareció bastante fácil.

–Pan comido–, dijo ella, tomando su caña y volteándola sobre su hombro, luego gritó cuando el anzuelo se clavó en su trasero. Ella dejó caer la pértiga y agarró el brazo de Jauregui. –¡Sácalo!

–Date la vuelta y déjame ver–, dijo Jauregui, haciendo todo lo posible para no reírse de la joven quejumbrosa.

Camila se dio la vuelta, pero se estremecía cada vez que Jauregui intentaba tocarla.

–Vas a tener que estarte quieta, Camila.

–Está bien, solo sácalo... por favor–. Camila se inclinó y cerró los ojos con fuerza. Contuvo el aliento e intentó quedarse lo más quieta posible.

Camila Cabello (ADAPTACIÓN CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora