Doce Meses I

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Camila no podría haber estado más emocionada. Las vacaciones de primavera no solo trajeron una semana libre de la Universidad , sino también la promesa de Jauregui de que podría ir a visitarla ya que Sapling Hill estaba entre sesiones. Todo estaba empaquetado y ahora estaba esperando en el porche la camioneta que vendría por ella y, lo más importante, la mujer que lo conducía.

–Vamos, Jauregui, date prisa–, murmuró, cada vez más ansiosa.

En el momento en que vio a la camioneta azul doblar la esquina, se puso de pie y arrastró su maleta por los escalones.

–Pensé que nunca llegarías–, dijo mientras Jauregui detenía la camioneta.

–Hola a ti también. – Jauregui se desabrochó el cinturón de seguridad y salió. –Te dije que iba a venir–, dijo mientras caminaba por delante de la camioneta. –Simplemente no tienes paciencia.

–Hola–, dijo Camila, con una sonrisa tímida en sus labios. –¿Me das un abrazo? – Ante la vacilación de Jauregui, agregó –Un abrazo de amigos, ya sabes.

–Lo sé–, dijo Jauregui. –Muy bien, uno rápido y luego vámonos. Estoy tratando de conducir lo que desees.

Camila no prestó atención a nada de lo que dijera después de que se le dio el visto bueno, envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Jauregui y suspiró feliz.

–Te extrañé mucho–, dijo contra la gruesa chaqueta de invierno.

–¿Pasando por otro momento de crecimiento? – Jauregui dijo, dándole a Camila un apretón rápido, luego retrocedió y alcanzó la maleta.

–Creo que sí–, dijo Camila. ¿También me extrañaste? –O eso o mis jeans se están acortando–. Cogió su mochila y la subió a la parte trasera de la camioneta, dejándola caer con un ruido sordo.

–No rompas mi camioneta–, dijo Jauregui, abriendo la puerta del pasajero y guardando la maleta detrás del asiento.

Camila descubrió que estaba demasiado cerca de ella, no pudo resistir y se acercó para otro abrazo.

–Realmente te extrañé.

–Yo también te extrañé–, dijo Jauregui, gentil pero firmemente moviendo a Camila después de unos segundos para que pudiera salir de entre la camioneta y la puerta del pasajero. –Y suficiente de abrazos en este momento.

Camila bajó la vista.

–Lo siento. – Suaves dedos le levantaron la barbilla y la miraron cara a cara con esos suaves ojos verdes.

–Lo siento también–, dijo Jauregui. –No quiero lastimarte, pero tampoco quiero sentirme incómoda.

–Seré buena, lo prometo–, dijo Camila. Ella forzó una sonrisa en su rostro. –Bueno, vámonos.

***

–Dios mío, Camila–, dijo Jauregui mientras levantaba la mochila. –¿Qué hay en esto?

–Libros–, dijo el adolescente. –Economía, contabilidad, ambos cursos de informática, mi composición de inglés. No creíste que los profesores nos darían una semana libre sin acumular la tarea, ¿verdad?

–Ugh–, dijo Jauregui. –Simplemente no me pidas que te ayude con eso. Está sobre mi cabeza–. Cargó la mochila y la colocó al lado del armario. –Sé que una hamburguesa y papas fritas no hacen nada para tocar el apetito adolescente. ¿Tienes hambre?

– Insaciable.

–Comenzaré la cena mientras te acomodas–, dijo Jauregui, quitándose las zapatillas.

Camila Cabello (ADAPTACIÓN CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora