Camila Cabello (ADAPTACIÓN CAMREN)

Dos Años I

Camila cerró su maleta y miró a su alrededor para ver si había olvidado algo. Parecía haber tardado una eternidad para que llegaran las vacaciones de primavera. Era difícil de creer que solo faltaban dos meses para la graduación.

–Camila, querida, tu amiga está aquí para recogerte.

–Gracias, Sra. Summers–, dijo Camila, mientras prácticamente bajaba corriendo las escaleras, con la maleta y la computadora portátil en la mano. –Estoy lista.

–Relájate–, dijo Jauregui, sonriendo ante la exuberancia de la joven. –Habría esperado–. Extendió la mano para tomar la maleta, notando que Camila se había vuelto aún más hermosa en los últimos meses. El único recordatorio visible del accidente fue una pequeña cicatriz en el borde de la barbilla. –Date la vuelta y déjame ver mejor el nuevo corte de pelo.

–¿Te gusta? – Dijo Camila, entregándole la maleta y girando en círculo.

–Se ve genial.

Camila decidió que no podía esperar más y envolvió sus brazos alrededor de la cintura de la mujer mayor, consciente de no dejar caer la computadora portátil.

–Te extrañé mucho–, dijo, inhalando profundamente.

***

Jauregui abrió el horno, luego se inclinó para revisar las papas. Una mano suave descansaba en la parte baja de su espalda.

–Unos minutos más–, dijo, esperando que Camila le quitara la mano.

–Huele maravilloso–, dijo Camila.

Jauregui se puso de pie y se encontró envuelta en los brazos de la joven.

–Camila.

–Te extrañé mucho–, dijo Camila, apoyando su cabeza en el pecho de Jauregui. –Dijiste que teníamos unos minutos.

–No puedes comportarte por unos minutos–, dijo Jauregui, aunque dejó que sus brazos colgaran libremente de los hombros de Camila. –Me sorprende que hayas durado tanto–. Ella miró su reloj. –Deben haber pasado al menos diez o quince minutos desde que recibiste un abrazo.

–Ha pasado más de una hora–, dijo Camila. –Sé buena y te mostraré mi tatuaje.

–Todavía no me has dicho dónde está–, dijo Jauregui.

–¿Dónde crees que está?

–No tengo idea–, dijo Jauregui, negándose a adivinar y mencionar cualquier parte su cuerpo.

–Sí que tienes ideas–, dijo Camila. –Simplemente no quieres decirlas.

–Tienes razón–, dijo Jauregui. –Deja de burlarte de mí.

Camila la abrazó con fuerza, luego dio un paso atrás.

–Está bien, ya que no quieres adivinar, tendré que mostrarte–. Ella caminó hacia la mesa y sacó una silla.

–No creo que sea una buena idea–, protestó Jauregui.

–En lugar de llamarte Terror, deberían haberte llamado aterrorizada, como un gato asustado–. Se quitó el calcetín derecho y apoyó el pie en la silla, girándose para que Jauregui pudiera ver su tobillo. –No supe hasta después que duele más cuando lo haces cerca del hueso. La próxima vez lo haré en mi trasero, hay suficiente relleno allí.

Jauregui se arrodilló para ver mejor el tatuaje.

–Bonito–, dijo ella, tentada a trazar el corazón con su dedo. –¿Qué te llevó a hacerte esto?