Capitulo Quince

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Y es aquí cuando les pregunto, ¿Qué hubieran hecho ustedes?

¿Se hubieran alejado y fingido inocencia?

O serían como yo, que en cuanto los labios de mi pareja tocaron los míos le arrebate el control a mi loba de vuelta y disfruté de nuestro primer beso.

Porque por mucho que amara a Casiana, ese beso era mío y de nadie más.

Mis ojos se cerraron y disfrute del, en un principio, suave toque, pero vamos. Somos dos lobos recién emparejados, ¿No esperaban mucho autocontrol verdad?

Casi inmediatamente la situación se dio vuelta, literalmente, Rafael, mostrando una gran fuerza y velocidad nos giro de manera en que ahora yo era la que estaba atrapada bajo su cuerpo. Todo eso sin que nuestras bocas se despegaran, poco a poco el beso subió de intensidad al punto en que mis piernas ya estaban enredadas en su caderas mientras que mis manos desordenaban su cabello mientras que las manos de recorrían mi cintura y mi torso.

El aliento me faltaba, ya que todo se lo estaba robando este lobo de ojos color de bosque y aroma hipnotizante de chocolate y vino. La piel me quemaba deseando su contacto, el aire se fue haciendo cada vez más pesado, pequeños gemidos y quejas salieron de mi garganta cuando sus labios dejaron de reclamar los míos y empezaron a dejar un camino de besos por mi garganta.

Feromonas se desprendían de cada poro de mi cuerpo y fue cosa instintiva el alzar el cuello para que mi mate tuviera un mejor acceso, la zona de clavícula palpitando del deseo de sentir sus colmillos hundiéndose ahí para marcarme.

-Hermosa- Murmuro Rafael pellizcando mi piel con sus dientes- No tienes idea de lo preciosa que eres- Dijo con la voz ahogada por el deseo- Podría besarte por horas y nunca cansarme de tu sabor- Su nariz se coló donde antes estaban sus labios e inhalo profundamente- Tú aroma me vuelve loco, es como una droga, tan dulce, tú eres tan dulce mi bella compañera-.

-Rafael-. Murmure y tiré de su pelo para volver a besarlo.

Por suerte mi pareja no se hizo del rogar y me dejo disfrutar de sus labios de nuevo.

Había besado a un par de lobos antes, ya saben, porque era una adolescente hormonal que estaba rodeada de testosterona, pero nada se comparaba a la sensación de la boca tibia de mi pareja sobre la mía mientras él mismo mordisqueaba mis labios como si fueran un dulce y él un niño hambriento.

El famoso lazo de parejas tiro cada vez más fuerte, ya que algo en mi interior tiraba con fuerza para tener al macho más cerca, la necesidad de fundirme completamente en el, para dejar de ser dos y pasar a ser uno.

La paciencia, el control, y la discreción fueron pasando a segundo plano en mi cabeza, más cuándo mis manos dejaron ir el cabello del lobo y pícaramente se colaron por debajo de su playera para acariciar los músculos de su espalda.

Rafael gruño con fuerza y se separo de mí lo suficiente para dejarme ver como sus colmillos se alargaban a la vez que sus ojos cambiaban a los de su lobo.

-No juegues conmigo Julieta, si seguimos así no voy a poder parar y no quiero que tus padres me odien más de lo que ya lo hacen-. Dijo mientras sus colmillos raspaban la piel de mi cuello.

Dio un beso en la zona dónde debería dejar su marca antes de separarse y quedarse medio sentado en el suelo mientras que yo me recuperaba de la ronda de besos más caliente que había tenido en mi vida.

Me cubrí los ojos con el antebrazo y la advertencia de mi padre de dormir en habitaciones separadas cobro más sentido en mi cabeza, conté hasta diez mentalmente sabiendo que no era la mejor de las ideas dejarme marcar por mi compañero mientras el futuro de sus amigos seguía siendo incierto.

Ojos Color de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora