Mitad de la noche, cuando los niños regresan a sus casas y los adultos salen a jugar.
Salir de mi cuarto para adentrarme al de mi mate no era tarea fácil, más aun pensando que vivía en la casa del Alpha rodeada de machos con los sentidos super desarrollados y que lo más probable es que estén cuidándome de que no haga algo que no deba.
Justo como lo que estaba a punto de hacer.
Mi habitación quedaba en el segundo piso al igual que el resto de los cuartos con excepción del de mis padres. El de ellos estaba en el sótano por razones que no entiendo y nunca quise investigar. Pero el punto relevante aquí es que la habitación de invitados dónde se quedaba Rafael estaba en el ala contraria donde estaba yo, y si quería llegar hasta ella sin ser detectada por mis hermanos me toco salir por la ventana de mi baño.
La caída me ponía un poco nerviosa, pero no por la altura, sino más bien porque necesitaba hacerla en absoluto silencio, no era la primera vez que lo hacía, (me había escapado con la suficiente frecuencia de que estaba segura de hacerlo bien), pero si era la primera vez que lo hacía mientras usaba un pijama delicado con encaje que podía rasgarse y ensuciarse con una facilidad increíble.
Por eso rece a la Diosa Selene que se apiadara de mi alma y me dejara llegar hasta mi pareja sin que mis padres, (mi papá más que nada), se diera cuenta. También pedí llegar lo más arreglada posible, porque llenarse de tierra y con el pelo desordenado llena de sudor no era nada sexy.
Y era demasiado vanidosa como para aceptar que Rafael me viera con menos de eso. Ya tenía suficiente con que me hubiera visto en las dos peores situaciones de mi vida.
No necesitaba agregar más vergüenzas a la lista.
Por suerte me pude deslizar con sigilo hasta el suelo, donde me permití dejar salir una sonrisita de victoria, después caminé usando mis sentidos para no dejar un rastro y llegué hasta la parte exterior del cuarto dónde mi mate se estaba quedando.
Mordí mi labio pensativa mientras una estrategia se trazaba en mi mente acerca de cómo iba llegar hasta la ventana, que era lo suficientemente ancha cómo para que mi cuerpo la atravesara.
¿Casiana?, ¿Me puedes echar una mano?, no soy la mejor escaladora.
Le pedí a mi loba que estaba emocionada por volver a estar cerca de su pareja.
Será mi placer humana.
Y a diferencia de la vez pasada, dejé mansamente que Casiana tomara el control de mi cuerpo para escalar la pared de mi casa con nuestras garras siguiendo el instinto.
Y tú pensaras, pero Julieta, ¿Cuáles instintos?, si los lobos no trepan muros, pues no, pero el instinto de pareja es muy superior al de todos los demás. Por lo que ambas estábamos muy motivadas para llegar a lado de nuestra pareja.
Fue cuestión de un par de minutos que mi loba lograra quedar medio sentada en la cornisa de la ventana del cuarto de invitados. Use mis uñas para que se colaran debajo y poder levantarla, lo hice despacio, con cuidado para que esta no chirriara, gracias a un golpe de suerte, Rafael no la había cerrado con seguro después de que me fuera.
Con agilidad me deslicé a través de ella y la cerré con lentitud a mis espaldas. Casiana dejo que recuperara el control y cambie mis ojos por los de ella para poder ver en la oscuridad que rodeaba la recámara.
Escanee el lugar enfocándome principalmente en la cama, sorprendiéndome de encontrarla vacía. Mi pulso se aceleró y toda clase de dudas e inseguridades me pasaron por la cabeza, no fue hasta que mi cerebro me obligo a que fuera consciente del fuerte aroma a vino y bosque que aún seguía presente en el cuarto que me pude relajar.
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Ojos Color de Luna
Hombres LoboLibro II Cuando era una niña mis padres me contaban acerca del mundo, las aventuras que vivieron, los peligros que enfrentaron, los amigos que conocieron. Pero no había una historia que me gustara escuchar más que cuando se encontraron. Así que mien...