PRÓLOGO: Curso nuevo, reto nuevo.

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BUM BUM BUM BUM BUM...

Don't blame me on the ni i i i i ight, don't blame it on me, don't blame it on me, DON'T BLAME IT ON ME...

BUM BUM BUM BUM BUM BUM...

La canción perfecta.

Para cantarla por la calle a pleno pulmón con las sinvergüenzas de tus amigas.

Para cantarla en un vestidor de las tiendas cuando te pruebas algo que te encanta y nadie te ve.

Para bailarla de manera horrible, horriblemente divertida y desenfrenada en el espejo con el peine de micrófono cuando te aburres.

Pero sobretodo, perfecta para una...¡FIESTA!

–¡Vamos, Kyle! ¿Dónde has dejado mi chupito?

Un rubio sonriente se me acercó teniendo en alto el cuarto que me tomaba. Y la noche no había hecho más que empezar.

Brindamos, y el líquido ardiente quemó mi garganta en menos de tres segundos. Una sensación de la que nunca podría cansarme.

Dejé el vaso y me uní a la pista para bailar con el resto de adolescentes de último curso que nos habíamos juntado de extrangis en la casa de uno de los miembros del club del ajedrez.

La música redundante y moderna rebotaba por todas las paredes y retumbaba en mis oídos con su ritmo constante. Movía los brazos en alto, meneaba el culo, y gritaba en un momento de éxtasis cuando la música aceleraba la marcha.

Kyle, mi mejor amigo, también bailaba a mi lado, pero acercándose a su presa, una chica de segundo que bailaba tímidamente.

BUM BUM BUM BUM...

Una de las nuevas integrantes del equipo de animadoras pasó a mi lado y me tiró el vaso al suelo. Genial.

BUM BUM CHUNDA CHUNDA...

Yo era la 'típica' chica que tendría que ser animadora, como nos describían las empollonas tímidas a las chicas como yo. Lo intenté, no lo niego. Pero era demasiado torpe, demasiado.

Y es que ser animadora lleva trabajo, meter muchas horas, coordinación, equilibrio y una larga lista de cosas que las torpes como yo tenemos en la punta de la uña del dedo gordo del pie.

CHUNDA BUM, CHUNDA BUM, CHUM CHUM BUNDA BUNDA...

Unos cuantos bailes después, la noche no podía ir a mejor. Con el resto de nuestra pandilla, Kyle y yo salimos a la terraza a tomar el aire.

Cameron Boyce, un moreno con más músculos que neuronas sopló una nube gris de humo y le pasó el cigarrillo a Grace, una pelirroja que tenía al lado. Aunque no lo había dicho, hacía un año ella se había operado y ahora tenía dos amigas de plástico.

Las chicas le criticaban por ello, pero todas tienen algo que se retocarían si tuviesen dinero. Yo prefería sacar partido de mis largas piernas y de mi vientre delgado. A todos les encantaba.

Pero en especial, a Jack, un rubiales con pequitas y el pelo despeinado que nunca se despegaba de mí. Él me pasó el cigarrillo, di una calada y lo pasé al siguiente para que siguiera rulando. Solamente fumaba de vez en cuando en las fiestas. Demasiada nicotina acababa provocándome ahorcadas.

–Hey, ahora que estamos comenzado el curso–empezó a hablar Cameron. Le encantaba dar discursos, yo le veía como presidente.–Tenemos que decidir nuestros retos.

Una de las cosas del grupo. A todos nos encantaban las apuestas y los retos, supongo que a pesar de ser muy diferentes era una de las cosas que nos unía.

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