No quería admitirlo, sobre todo para no alarmar a su hermano, pero estaba nervioso.
Gustabo estaba nervioso.
A Horacio, por otro lado, le tranquilizaba un mínimo ver a su hermano impasible ante la atenta mirada de los alfas que se encontraban en aquel despacho, pues el rubio era muy buen actor, y sabía como aparentar cosas que no eran. Se aferraba al hecho de que, en aquellos momentos, estaban enmascarados como alfas y sus dulces olores habían sido cambiados por aromas fuertes como lo eran, en aquel caso, el de limón que desprendía Gustabo, y el de anís de Horacio.
—Abuelo, ¿nos va a tener aquí todo el día?— se atrevió a decir el rubio mientras se mordía el interior de la mejilla para no soltar una risa, al igual que su hermano.
—¿Cómo me has llamado?— la grave voz del superintendente hizo que todos los presentes temblaran.
El amargo aroma a café empezó a hacerse notar de más, haciendo que alguno de sus hombres arrugara la nariz.
—Nada, nada.
A Gustabo aquello era lo único que le tranquilizaba, molestar a los demás.
—¡Que cómo me has llamado, capullo!
Conway se levantó de su silla y se dirigió amenazante hacia los dos alfas que tenía sentados en su despacho. Su mano derecha, Volkov, y Greco dieron un paso atrás, sabiendo lo que pasaría.
—Si prefiere le puedo llamar papu.
A Gustabo no le dio tiempo ni a levantarse de la silla, pues la ira del superintendente empezó a desatarse.
—¡Perdón, perdón!— dijo en cuanto consiguió huír de la porra por toda la habitación.
Horacio, a pesar de su nerviosismo, no podía parar de reír, al igual que Greco, aunque éste intentaba ocultarlo.
—¡Como vuelvas a decir gilipolleces te juro que no entras al cuerpo! ¿Queda claro?— gritó mientras guardaba la porra.
—Sí, superintendente.
Volvió a sentarse en la silla, dándose por satisfecho al notar el cabreo de Conway. Desde luego, verle enfadado era una de sus cosas favoritas, a pesar de llevar tan solo un mes en la ciudad.
—Super, solo queremos hacer el bien, déjenos entrar al CNP— suplicó Horacio.
—¿Hacer el bien?— rió el ruso— Pero si habéis estado más tiempo en el calabozo que en la propia calle.
—Por eso mismo, mi hermano y yo queremos reformarnos— afirmó Gustabo.
—¿Qué gano yo metiendo a dos anormales como vosotros?
—Pues dos bellezas en el cuerpo, ¿qué más quiere?— volvió a hablar el hermano más bajo ante la, de nuevo, furiosa mirada de Conway— Además, percibimos el mal, seremos mejores que cualquiera de los incompetentes que tiene usted aquí.
—Un respeto— escupió el ruso.
Horacio, que era el que estaba más cerca del comisario, sintió un ligero mareo al notar el fuerte aroma a vodka tras aquellas palabras.
—Así al único sitio al que vais a entrar va a ser a prisión— soltó burlón Greco.
Conway, cansado del día de mierda que llevaba, decidió despacharlos rápido, pues el olor de aquellos alfas empezaba a irritarle.
—Si quereis ser policías vais a tener que pasar las oposiciones.
—Las pasaremos, confíe en nosotros— dijo animado el de cresta.
—Eso ya lo veremos. Mañana a primera hora de la mañana os quiero aquí— sentenció— Y ahora salid de mi puta comisaría.
—De acuerdo superindigente— se burló esta vez Horacio.
Conway sintió el impulso de querer levantarse y molerlos a porrazos, pero el cansancio le podía.
—¿En serio les va a meter en el cuerpo?— preguntó algo incrédulo Volkov.
—Dudo mucho que esas nenazas pasen las pruebas.
—Super les he visto escapar más de una vez de nuestros zetas, no les subestime— dijo Greco.
Mientras tanto, en el piso de abajo, Gustabo y Horacio salían por la puerta dando brincos. ¿Iban a ser policías? La alegría no cabía en sus cuerpos.
—¡Gustabo, Gustabo!— decía el de cresta mientras zarandeaba a su amigo por los hombros— ¡Lo conseguimos Gustabo!
—Esseee— decía sonriendo el rubio— Te dije que podríamos, ahora solo tenemos que pasar las pruebas.
Lo cierto era que habían pasado un mes duro, fingiendo ser quienes no eran. Ambos eran omegas, aunque su actitud había conseguido confundir a más de uno, pues no se sometían tan fácilmente, sobre todo Gustabo. A Horacio, por otro lado, le costaba más, pues se dejaba llevar demasiado por sus sentimientos.
No siempre tomaban los supresores que camuflaban sus aromas, ya que les habían advertido que podrían causarles efectos secundarios, pero delante de la policía debían disimular. La sociedad en la que vivían les impedía tener puestos de trabajo de cierta importancia, como lo era aquel. Solo alfas y, de vez en cuando, betas, podían llegar a pertenecer al Cuerpo Nacional de Policía.
Eso cabreaba de sobremanera a cualquier omega, pero sobre todo a aquellos con un carácter fuerte. ¿Por qué no podían ser policías si daban la talla para ello? Era injusto. El mundo en el que vivían era realmente injusto.
Pero Gustabo le había hecho una promesa a su amigo, a su hermano. Le había prometido cumplir sus sueños, y por fin los estaban cumpliendo.
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¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒
Fanfiction¿Podían entrar dos omegas al Cuerpo Nacional de Policía? La respuesta era clara, no. Pero, ¿y si nadie se enteraba? "-Eres...¿omega?" "- 10-4" _______________________________________________ •Omegaverse [alfa x omega]. •Personajes del roleplay, no l...