11

12.8K 1.5K 1.1K
                                    

El silencio que reinaba en aquel patrulla resultaba ser extremadamente incómodo, sobre todo para el alfa. Era la primera vez que se veía metido en una situación de aquel calibre y aún debía acostumbrarse, y también acostumbrarse a aquel olor dulzón que desprendía el chico rubio a su lado.

—Así que— Greco habló para romper el hielo— Eres...¿omega?

Era una pregunta absurda, y lo sabía, pero seguía tan sorprendido que todavía no sabía como sacar un tema de conversación.

—10-4 — respondió Gustabo en un tono serio, mirando a la carretera sin a penas inmutarse.

Si no quería que el resto de alfas descerebrados de aquella malla le pisaran, debía ser duro. Debía demostrar que podía ser tan intimidante como ellos.

—Y...¿cómo lo hicisteis?

—Con supresores y documentos falsos, Greco, no es tan difícil conseguir eso.

Greco asintió. La verdad es que sí que era fácil mentir en cuanto a aquello, pero nunca se había parado a pensarlo.

Notaba el tono duro con el que su compañero le estaba hablando, y eso, de alguna forma, le hizo encoger el corazón.

—Oye— habló decidido— No tienes por qué estar tan alerta— Gustabo le miró con el ceño fruncido, lo cual puso nervioso al alfa—Q-quiero decir, has pasado las oposiciones, seas omega, beta, alfa o un hipopótamo. Eres parte de la malla, del CNP, y a quien le moleste que se joda, sois tan válidos como cualquiera de nosotros, tanto tú como Horacio, y si alguien se opone tendrá que darnos una buena explicación a Volkov y a mi, y sobre todo al super. Él confía en vosotros, aunque no te lo creas.

Tras acabar de hablar, Gustabo pudo sentir como un peso se le quitaba de los hombros. Aquellas palabras las llevaba necesitando mucho tiempo, y al fin las había escuchado. Podía decir oficialmente que tenían el apoyo de sus compañeros.

—Muchas gracias, Greco— le dedicó una sonrisa sincera— De verdad.

Tras aquello, el comisario había quedado satisfecho. Todo lo que le había dicho se lo había dicho de corazón, no quería que se sintiese menos por su clasificación, y dio gracias de que el resto del patrullaje Gustabo volvió a estar con su humor de siempre.

Al otro lado de la ciudad, también en un patrulla, Horacio no paraba de expulsar feromonas debido a los nervios, y el hecho de no ser capaz de controlarlas le ponía más nervioso. De vez en cuando miraba de reojo a Volkov, el cual mantenía el semblante serio mientras conducía. Lo que no sabía era que el comisario se estaba deleitando con aquel aroma a chicle de fresa que el de cresta estaba expulsando sin querer. Sin duda le gustaba más que el anís de antes.

—Lo habéis hecho bien— habló de pronto— Debéis de ser los primeros omegas que se la cuelan a Conway, eso es digno de un premio.

Horacio miró al suelo, poniéndose aún más nervioso. No sabía si lo que acababa de decirle Volkov era bueno o malo.

—Lo siento...

El ruso le miró al momento, y no pudo evitar arrugar la nariz al notar como el aroma cambiaba levemente. Su alfa interior solo deseaba hacer todo lo posible por consolar a aquel omega para volver a respirar aquel aroma tan dulce y tan embriagante.

No quería verle triste.

—¿Por qué lo sientes?— dijo volviendo la vista a la carretera.

—Por mentiros, por colarnos en el cuerpo...— hizo una pequeña pausa para luego murmurar— Por no ser un alfa.

—Pues entonces no deberías estar pidiendo perdón por eso, hay que estar orgulloso de uno mismo, y sobre todo alguien como tú. Yo desde luego lo estaría si fuera tú— le miró de reojo— Además, me gusta más tu aroma real.

¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora