15

10.8K 1.5K 554
                                    

Llevaba ya unos minutos en cama, pensando sin parar en todo lo que había acontecido aquella noche. No podía evitar enfadarse ante la indiferencia del alfa, aunque lo que más le cabreaba era que aquel hecho le importase lo más mínimo. ¿Desde cuándo Gustabo se rendía a los pies de otra persona?

Sus cavilaciones fueron interrumpidas al escuchar la puerta de su habitación abrirse. Se dio la vuelta para ver lo que sucedía, encontrándose, cómo no, al alfa que le había estado rompiendo la cabeza. Vio su sombra en la oscuridad mientras se quitaba la chaqueta.

—¿Qué está haciendo?

Le escuchó suspirar cansado.

—Voy a marcarte con mi aroma.

—Váyase a marcar el sofá si quiere, a mi déjeme en paz— gruñó dándose la vuelta de nuevo en la cama, aunque algo sorprendido por las palabras del alfa.

—No seas capullo— encaró el mayor— Sabes que estarás más seguro así.

Gustabo se mantuvo en silencio en un intento por mostrarse molesto, pero sabía que su omega le impediría negarse a aquello. Notó la cama hundirse, para despues notar el calor del alfa aproximarse a su espalda.

Los brazos del mayor le envolvieron por debajo de las sábanas, y su cuerpo se pegó al suyo. Conway comenzó a frotar sus brazos y manos con el fin de impregnar con su aroma al omega, y acercó su cara al cuello del menor, donde la vainilla se hacía más intensa.

"¿Este viejo decrépito no se acuerda de que estoy con el celo o que?" Se preguntó Gustabo mientras intentaba esconder su excitación.

—No debería restregarse tanto— escupió seco.

—Hace un momento no pensabas lo mismo— vaciló Conway mientras continuaba con su tarea.

Las mejillas del menor se tiñeron de rojo al instante de escuchar aquello.

—Que te follen.

—Podría seguir con la broma si quisiera.

Gustabo, entre harto y avergonzado, soltó un codazo hacia Conway, con el fin de poner distancia, a pesar de que aquello no era lo que realmemte quería.

—Creo que ya huelo bastante a ti.

El alfa soltó una pequeña risa mientras le hacía caso a la parte testaruda del omega y se alejaba un poco, aunque sin salir todavía de la cama.

—Lo hago por tu seguridad. Por mucho que esté Horacio contigo seguís siendo dos omegas, y por muy duros que seáis sabes tan bien como yo que no tenéis nada que hacer contra un alfa que utilice su voz.

—Lo que usted diga— soltó seco el rubio.

Conway se quedó un rato en la misma posición, debatiéndose en si seguir hablando y molestando al omega, o dejar que se le pasase aquel cabreo. Expulsó sutilmente su aroma para relajarlo, pero lo justo para que su celo no se volviera a hacer presente.

Gustabo, por otro lado, comenzaba a notarse agotado, no solo por el día tan horrible que llevaba, sino también por aquellas dichosas pastillas que el alfa le había pedido que se tomara. Aunque muy en el fondo se lo agradecía. Justo antes de caer en un profundo sueño, notó de nuevo el calor del alfa en su espalda, y cómo sus brazos le volvían a envolver, pero esta vez sin moverlos.

En cualquier otro momento su omega se habría puesto nervioso ante aquella escena, pero aquellas pastillas por fin habían hecho efecto, consiguiendo así que Gustabo cerrara los ojos, descansando por fin.

En cualquier otro momento su omega se habría puesto nervioso ante aquella escena, pero aquellas pastillas por fin habían hecho efecto, consiguiendo así que Gustabo cerrara los ojos, descansando por fin

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Despertó sobresaltado al escuchar un enorme estruendo en la cocina, pero se relajó al oír la voz de Horacio, quejándose de lo que acababa de hacer.

Un poco más tranquilo, se desperezó todavía envuelto en las sábanas, hasta que un más que conocido olor llegó a él. Giró la cabeza para encontrarse a la fuente de aquel aroma. Una corbata descansaba encima de la almohada, a escasos centímetros de él. La cogió y se la llevó a la cara para olfatearla como acto reflejo.

La esencia de Conway en aquella prenda era indiscutible.

Dejó caer su cuerpo de nuevo en la cama, resoplando ante el descubrimiento, aunque sin soltar todavía la corbata. Seguramente Conway se la habría dejado para pasar su celo. Le resultaba un poco vergonzoso, sobre todo por la escena de la noche anterior y las cosas que le había llegado a decir.

Sin querer darle más vueltas, se levantó por fin y caminó hacia donde estaba Horacio, dejando la prenda de ropa en la cama.

—¿Que te has cargado esta vez?

El de cresta pegó un salto al escuchar la voz de Gustabo detrás suya, tirando de nuevo un par de cazos y volviendo a hacer ruido.

—Gustabo, que susto me acabas de dar.

El rubio solo se rió y se sentó en la encimera para poder ver cara a cara a su hermano mientras cocinaba.

—¿Has podido sentarte esta mañana?— preguntó con una sonrisa pícara.

—¿Qué pregunta es esa?— respondió confuso.

—Que si te han trabajado el siempre sucio, Horacio.

El de cresta abrió mucho los ojos mientras comenzaba a notar cómo sus mejillas ardían.

—¡Gustabo!

—No me digas que ahora te dan vergüenza estos comentarios— se rió el rubio.

Horacio respiró hondo, uniéndose después a las carcajadas de su hermano.

—Anoche solo nos besamos— habló con una sonrisa— No hicimos nada más, Volkov es muy respetuoso con eso.

—Mis cojones— escupió el mayor— Si no hicisteis nada fue porque os interrumpieron.

Entonces Horacio volvió a abrir los ojos, recordando aquel momento.

—¡El super!— dejó lo que estaba haciendo para encarar a su hermano— ¿Me vas a explicar que hacía el super ayer contigo mientras estabas en celo? Cuando llegué apestaba a vuestras feromonas.

Entonces Gustabo se arrepintió de haber hablado.

—Le pedí que viniera.

Horacio siguió mirándole, entrecerrando los ojos mientras su mente divagaba.

—¿Le llamaste estando con el celo?— ante su tímida afirmación, Horacio se cruzó de brazos dispuesto a empezar el interrogatorio— Nunca has pedido la ayuda de ningún alfa durante tu celo.

—Me dolía demasiado.

—¿Y por qué Conway?

—Fue el primero que vi en la agenda— mintió.

—Venga ya Gustabo, no me mientas. ¿Tu omega está creando un lazo con él?

—¡Pero qué dices!— se exaltó el menor, bajándose de la encimera y saliendo de la cocina, aunque sin poder librarse de su hermano— Yo nunca voy a hacer eso.

—Tú no, pero tu omega sí. No puedes luchar contra tu instinto.

—Escucha— se giró para encararle— Estoy teniendo un celo diferente a los otros porque abusé de los medicamentos, por eso mi omega está así de alterado. Me está doliendo más que otras veces y tengo otras necesidades, pero solo es por las pastillas. La próxima vez volveré a la normalidad, ya lo verás.

Horacio se quedó unos segundos callado, asimilando lo que Gustabo le acababa de decir. Era una opción, aunque por otro lado le ilusionaba pensar que su hermano empezaba a sentir algo por alguien por fin.

—Está bien, el tiempo lo dirá.

¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora