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Gustabo no paraba de darle vueltas a la cabeza, llevaba todo el día distraído y preocupado por si se topaba con su jefe después de todo lo que había pasado el día anterior. Greco, al notar así a su compañero, soltaba de vez en cuando sus feromonas para calmarle.

Las primeras veces lo había hecho por instinto, sin embargo, continuó al ver como aquel extraño alfa parecía relajarse ante el olor a menta. ¿Sería como Horacio y también le gustaba todo el mundo, independientemente del género que fuera? Lo cierto era que se hallaba sorprendido, pues nunca había observado una reacción así de parte de otro alfa.

—Informo— escuchó la voz de un alumno por radio— hay un par de hombres armados en mi 10-20, parece ser un código 3.

—Anda mira, de tus favoritos— dijo medio riendo hacia Gustabo mientras miraba el GPS— A ver...

—¿El Vanilla?— preguntó extrañado, adelantándose al comisario— No es muy común un atraco ahí, ¿no?

—Cualquier sitio con dinero y rehenes puede ser bueno para un atraco.

Greco se dispuso a dar la vuelta con el vehículo para dirigirse a la localización anteriormente dicha, cuando la voz del superintendente hizo que el omega casi saltara del asiento.

—¿Me explicáis por qué solo estamos tres personas aquí?— escupió notablemente cabreado.

—Gustabo y yo estamos de camino, super.

El rubio sintió ganas de lanzarse del coche en marcha al escuchar a su compañero afirmar aquello por radio. Ya estaba hecho, se iba a ver cara a cara con la persona con la que estaba evitando precisamente aquello, y además en otro atraco donde podría volver a delatarse.

Entonces, una idea se le pasó por la cabeza. Una idea que pondría en marcha su plan.

—¡Espere!— habló de inmediato— No tengo chaleco antibalas, ¿podríamos ir a comisaría antes?

—¿Llevas todo este tiempo sin chaleco?— preguntó Greco con el ceño fruncido— No puedes patrullar sin él.

—Lo sé, fue un despiste.

El comisario suspiró pesadamente, para luego volver a dar la vuelta en dirección a comisaría. Al llegar, Gustabo salió corriendo del coche y se adentró en los vestuarios donde, por suerte, no había nadie más a parte de él. Se dirigió a su taquilla y sacó un bote de pastillas que se guardó en el bolsillo, para después volver a correr hacia el patrulla.

Ahora por lo menos estaba algo más preparado para enfrentarse a Conway.

—Listo— dijo una vez llegado al coche.

Greco volvió a ponerse en marcha hacia donde el GPS le indicaba, pues no era un lugar que frecuentase mucho. A penas tardaron cinco minutos, aunque para Gustabo se hicieron eternos, sobre todo en el tramo final. Al entrar por aquella estrecha calle que llevaba al local, no tardó en ver a un hombre de camisa blanca con pistoleras, el cual se fumaba un cigarro con toda la calma del mundo.

Cualquiera diría que estaba en un atraco.

Gustabo esperó a que su compañero se bajase del coche para, de forma disimulada, sacar el bote de supresores y meterse uno en la boca, no sin antes asegurarse de que nadie lo viera.

Ya no había marcha atrás.

Salió del patrulla para dirigirse a sus compañeros, los cuales esperaban impacientes a que el rubio llegase.

—El perímetro está hecho, no parece que tenga tiradores.

—Va a ser huída— habló seguro Conway— Bien, empecemos.

¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora