05

13.5K 1.7K 1K
                                    

—Os advertí que no podíais abusar de los supresores— hablaba el doctor de forma seria— Lo que estáis haciendo os puede causar irregularidades en vuestro celo y graves problemas de salud.

—Venga hombre, seguro que eso son cuentos— respondió el omega quitándole importancia.

—Gustabo— volvió a hablar Claudio— Hazme caso, os van a causar problemas. Estos supresores están hechos para utilizarlos en situaciones puntuales, no así.

—Lo que nos va a causar problemas va a ser no usarlos, ¡somos policías!— dijo dando vueltas por aquella habitación— ¿Sabes lo que significa esto para nosotros? No, peor, ¿sabes lo que nos harían si se enterasen de que dos omegas han conseguido colarse en el cuerpo?

El Doctor Muerte suspiró, sabía que no iba a convencerle de hacer lo correcto, ni siquiera diciéndole que su vida podía correr peligro.

—Escucha, quiero que tú y Horacio vengais todas las semanas para haceros revisiones, preguntad por mi en recepción— dijo recogiendo el informe que nada mas llegar había dejado en la mesa— En el momento en el que empecemos a notar irregularidades o daños a vuestro sistema, se acabaron los supresores.

—Muchas gracias doctor.

Tras decir aquello, Gustabo salió casi corriendo de aquel lugar. No quería estar presente si a Claudio se le daba por cambiar de opinión.

Al llegar al pasillo en el que anteriormente estaba esperando a Horacio junto con Conway, se encontró simplemente con la presencia del omega.

—¡Gustabo!— dijo yendo a abrazar al rubio— Papu ya me ha explicado lo que ha pasado— La mirada del más bajo empezó a buscar al alfa con nerviosismo— Ya se ha ido.

En ese momento, Gustabo pudo respirar con tranquilidad. No tenía ni idea de como lidiar con aquella situación con el superintendente, y estaba realmemte aliviado de poder posponerlo.

—Que cabrón, si me dijo que me iba a esperar— dijo volviendo a su característico humor para que su hermano no sospechara.

Cosa que no consiguió, sin embargo, Horacio no dijo nada. En silencio, subieron al coche y se dirigieron a comisaría para poder salir de servicio y terminar así su jornada. Durante el camino, Gustabo se revolvía nervioso en su asiento. Quería evitar cruzarse con Conway en lo que quedara de día, pues aún tenía que pensar en algo para poder seguir engañando a su jefe en cuanto al aroma, y no sabía el que.

Al llegar y aparcar el coche, el omega pudo distinguir la matrícula del superintendente entre todos los patrullas, haciendo que su corazón latiera a mil. Horacio empezaba a preocuparse por su hermano, era muy buen mentiroso, pero con él no podía. Le conocía demasiado como para saber si ocultaba algo o no.

Entró rápido en comisaría, intentando seguirle el paso a Gustabo, para poder cambiarse de ropa y acabar por fin el día. En cuanto salieron de nuevo, en busca del Audi de Horacio, pudo ver como el menor suspiraba aliviado.

—¿Vas a decirme ya qué te pasa?

Gustabo se subió rápido al coche, esquivando a su hermano.

—¿A mi? Nada— vio a Horacio abrir la boca mientras se metía en la parte del copiloto, así que en seguida le cortó para poder cambiar de tema— ¿Que tal con el niño enfermo?

—¿Qué niño enfermo?— preguntó confuso, teniendo una ligera idea.

—Quien va a ser, ¡Volkov! ¿Tú le has visto bien la cara?

—¡No tiene cara de niño enfermo!— defendió el de cresta, aunque muy en el fondo sabía que su acompañante tenía razón— Pues... fue muy amable conmigo. ¡Hubo un momento en el que me tocó la pierna, Gustabo! Creí que me moría— dijo de forma dramática, recordando el pequeño roce del ruso cuando intentó sacar su pistola de la guantera del coche.

¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora