¿𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂? 𝟏𝟎-𝟒

16

Cuatro días habían pasado desde aquel suceso, y Gustabo parecía tener más o menos controlado su celo. Las últimas veces había sido bastante más leve y con menos dolores, lo cual agradecía infinitamente, pues temía que la situación con Conway pudiera volver a repetirse si no conseguía reprimirse.

Horacio, por otro lado, había estado yendo a trabajar como de costumbre, patrullando con Volkov entre miradas y sonrisas inocentes, sin embargo, aquella mañana se sentía extraño. Se notaba más agotado de lo normal, a pesar de los muchos cafés que se había bebido para remediarlo.

—¿Estás bien?— preguntó el ruso, el cual había estado observándole durante las últimas horas al notarle tan decaído— Te noto apagado.

—Sí— respondió Horacio sacudiendo la cabeza para intentar despejarse— No es nada, no habré descansado bien. Seguramente sea el colchón, debería cambiarlo— murmuró, más para él que para el alfa.

Volkov no dijo nada más, aunque aquello no pareció quitarle la preocupación. Sin que se diera cuenta, el patrulla comenzó a inundarse en el embriagante aroma a chicle de fresa de Horacio, por lo que, insistiva e inconscientemente, el alfa empezó a expulsar sus feromonas.

De un momento a otro, el de cresta comenzó a notar como el calor se apoderaba de su cuerpo, y cómo el vodka le asfixiaba, haciendo que se mareara y consiguiendo así un efecto parecido a cuando se emborrachaba.

—Volkov— lloriqueó notando cómo su cabeza caía hacia la ventanilla.

Fue entonces cuando el alfa fue consciente de la "pelea" de feromonas que había en aquel coche.

—¿Es tu celo?— preguntó empezando a preocuparse no solo por el omega, sino también por sus instintos.

—No lo sé— respondió arrastrando las palabras.

El ruso no esperó ni un minuto más para abrir las ventanillas del patrulla y poner rumbo a su casa. El aroma del omega se había hecho más intenso y el alfa ya no era capaz de pasarlo por alto.

—Como me gusta el Vodka— susurró Horacio mirando esta vez a su acompañante con una sonrisa.

—Creo que te ha afectado de más.

El menor solo rió y volvió la vista a la ventanilla. El efecto que aquel aroma estaba teniendo en él se le estaba juntando con el celo que parecía que le acababa de llegar. Como pudo recordó las palabras de Claudio. El celo se iba a adelantar, pero no lo esperaba tan pronto.

—Te voy a dejar en tu casa, avisaré a Conway de tu baja— sentenció el mayor.

Horacio frunció un poco el ceño, formando una especie de puchero mientras volvía a mirar al ruso.

—No es justo, Gustabo está pasando su celo con Conway, ¿por qué no puedo pasarlo yo contigo?

Aquella información descolocó totalmente al alfa. ¿Conway con Gustabo? ¿En qué momento había pasado eso? Necesitaba una charla con su superior para aclararse.

—¿Conway está con Gustabo ahora?

—Creo que no— el de cresta entrecerró los ojos pensando— Si no le ha llamado debería estar Gustabo solo.

Aquello dejó menos tranquilo al alfa. No podía dejar a dos omegas solos en aquellas circunstancias, ni siquiera entendía cómo podía estar el rubio solo, cualquier alfa podría ponerles en peligro.

—Está bien, nos vamos a mi casa— habló el ruso centrado en la carretera— Pasarás el celo allí.

El de cresta no pudo evitar sonreír complacido al escuchar aquello, sobre todo al notar cómo su omega se alteraba de más ante aquellas palabras.