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ALEMANIA.

20 DE DICIEMBRE DE 2010

-Señor, he recibido su aviso, ¿necesita algo?

-El número 242, quiero que hagan el procedimiento.

-Pero señor, puede que no sea funcione, será difícil y hay posibilidades de que no sea efectivo.

-¡Me da igual! - carraspeó su garganta - ya sabes qué tienes que hacer, la familia está esperando y no quiero perder más socios.

El chico hizo un simple asentimiento y se dirigió a la puerta de aquella oficina. No parecía estar de acuerdo con lo que el hombre pedía, pero no tenía otra salida, así que aceptó.

-Jefe - dijo antes de salir - ¿El número 243 también?

El hombre se dio la vuelta mirando hacia aquel muchacho. Lo miró y se acercó a él lentamente mientras deslizaba su mirada desde el suelo hasta au rostro.

-Llevas aquí ya dos años...¿Y aún me preguntas eso? - soltó una risita forzada - ¡Pues claro que junto al otro número! Es una entrega especial mi querido...no queremos que los socios se enfaden y nos entreguen a quien ya sabes...la policía.

El chico se limitó a asentir de nuevo y salió de allí.

Recorrió un largo pasillo. Las paredes eran de un color oscuro, azul marino. Pese a su oscuridad, aquel sitio estaba muy bien iluminado. La luz tenue alumbraba, pero también daba escalofríos, sobre todo cuando todas esas personas inocentes gritaban. De dolor, de agobio...al fin y al cabo eran solo niños.

¿Qué culpa tienen?

Ninguna.

¿Entonces por qué sufren?

Porque no todo es bonito. Por muy inocentes que sean, es lo que les ha tocado.

Les arruinais la vida.

No puedo hacer otra cosa.

Paró cuando llegó a una puerta que decía "N°242"

-Hey... - dijo entrando con una sonrisa. La persona estaba acurrucada al lado de la cama. Su cuerpo temblaba y su rostro estaba empapado en lágrimas. Su pequeña nariz estaba tornándose rojiza.

-Lo han hecho - murmulló mientras lo miraba - de nuevo.

En aquel momento el chico tuvo empatía. Sentía pena por aquella pequeña personita. No tenía culpa de, pero sin quererlo, sin provocarlo, había caído en las garras de la bestia. Aquel hombre.

-¿Qué te han hecho? - el chico se acercó lentamente.

-Mi cabeza...ellos juegan con ella.

La pequeña niña comenzó a hacer gestos con sus manos.

-Como cuando juego con un muñeco.

-Te manejan.

-Si...

De pronto estiró su brazo, enseñándole varias marcas. Parecían cortes, algunas eran diferentes, como si le hubieran clavado algo, tal vez una inyección, probablemente sería eso.

-No te lo volverán a hacer - dijo firmemente.

-Siempre dices lo mismo...pero siempre acaba pasando.

Y era cierto. Pero ¿qué más podía hacer?. A veces por muy rotos o hundidos que estemos por dentro, demostrar fuerza es lo mejor. A veces solo quieres que esa persona a la que amas no se vea derrumbada.

-Esta vez es de verdad - le ofreció su mano.

-¿Dónde vamos?

-Vas con una familia, una que te quiere y donde vas a vivir bien.

La niña automáticamente aceptó su mano. Ambos se agarraron. El chico la abrazó mientras esta apoyaba su cabeza en el hombro de él. Seguridad. Fuerza.

-¿Te volveré a ver? - preguntó ella.

El agachó su cabeza. Sabía que eso no sería posible. Aceptó incluso el hecho de que le había cogido cariño a aquella persona. Pero él sabía que era lo mejor. No aferrarse a ella. Porque entonces la terminaría de destrozar. Acabaría con sus posibilidades de tener una vida normal, una vida mejor. Porque sí, cualquier cosa sería mejor que estar allí dentro.

-Siempre estarás aquí - dirigió su manita hacia el pecho de este - para siempre.

Y lloró. Mientras se abrazaban. Porque ambos sabían que eso sería lo que iba a pasar. Era irremediable.

-Adiós, mi pequeña gligli.

Inyectó una pequeña aguja en el cuello de la niña. Era un calmante. El efecto era rápido, pues a los segundos esta cayó en brazos de él.

Olvidar, es lo único bueno que puedo hacer por tí. Ayudarte y olvidarte de mí. Dejar esta mierda.

ADA [ COMPLETA ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora