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CAPÍTULO TRES: LUGAR EQUIVOCADO, PERSONA EQUIVOCADA.


Vi la cara de Alesha. Era de desconcierto, sentía pena por mí, por mi familia y hasta por mi hermana, justamente lo que no quería que pasara. Desde que murió nada había sido igual, nunca había pronunciado su muerte en alto, supongo que pensaba que si no lo hacía, tal vez no sería real. Claramente no pasó, por muy poco que hablara o dejara de realizar actividades como comer, nada cambiaría, en el fondo siempre lo supe, pero me aferré a aquella idea, la cual le daba esperanza y color a mi vida. Tristemente, se desvaneció con el paso de los días.

- Todo ha sido una mierda desde entonces - agaché mi cabeza - lo peor es que te conozco desde hace cuatro días y ya te lo he contado.

Sentí que le había fallado a Megan. La había expuesto con una desconocida.

- Eav, a veces desahogarse con alguien ajeno es lo mejor - ella puso su mano en mi hombro pero me aparté.

-No, yo... -suspiré - yo simplemente no debí decirlo, no debí ni si quiera pronunciar una maldita palabra, ahora ella no me perdonará. ¡No lo hará!

Empecé a gritar tanto que todas las personas de la sala se pararon a mirarme. Pero no me importaba en lo más mínimo, yo solo quería tirarme al suelo y llorar.

- Heaven, por favor déjame ayudarte - Patricia se agachó junto a mí.

- ¡No, déjame, no quiero escucharte! - me levanté con las pocas fuerzas que me quedaban y salí corriendo. Sabía que los guardas y aquella enfermera estaban siguiéndome, pero no me importó.

Me escondí en unos de los servicios hasta que ellos se fueran, probablemente seguirían adelante, permitiéndome salir de allí y dirigirme a otro lugar. No sabía dónde ir, pues no conocía el psiquiátrico apenas.

Salí y corrí sigilosamente hacia unas escaleras. Todavía podía escuchar al resto de personal calmando a los pacientes. A muchos mi reacción los puso histéricos, lo cual entendía perfectamente. Escuchar a una persona gritar no es agradable y menos para alguien con un trastorno. Pero ya había sucedido, me encontraba subiendo las escaleras, deducí que llevarían a la planta dos, pero cuando había subido más escaleras, ya no estaba en la dos, sino en la cuatro, aquella de la que Patricia no me habló.

La planta era casi igual de larga que las otras tres, había más puertas, pero solo me fijé en una. Era la que más seguridad tenía, si no recuerdo mal, había ocho candados que iban desde arriba de la puerta hasta abajo.

¿Me debí contener? Sí. ¿Lo hice? No.

Anduve con cuidado por el pasillo hasta llegar a esta puerta. Al lado había un cartel que decía "PATIENT 242". Raramente ese número me sonaba. Era como un recuerdo incompleto que vagaba por mi mente sin rumbo.

- No está bien espiar detrás de una puerta, mi querida Lee - era una voz masculina, seria pero a la vez con un toque de vacile.

- Yo... - intenté disculparme, qué estupidez.

- Vete, no es bueno que vayas pisoteando lo que se te plazca.

Me di la vuelta para irme. Quería preguntarle cómo sabía mi nombre, pero lo más seguro es que me respondiera evasivamente así que decidí ahorrarme la humillación.

Simplemente volví hacia las escaleras y las bajé. Lo único que quería en ese momento era que nadie me pillara, en ese caso estaría en problemas.

Ya estaba en la planta tres cuando escuché su voz:

-Así que vienes de visitar las otras plantas. ¿Te ha gustado tu retiro sabático de quince minutos? - era el guarda, venía acompañado de un hombre alto y robusto y Patricia. Ella tenía cara de decepción.

ADA [ COMPLETA ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora