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CAPÍTULO 13: NO ESTÁS SOLA

Depresión

Eso era exactamente lo que me pasaba, que caí en una depresión que te va consumiendo. Es como un hilo al que estás atada, poco a poco te va soltando y te deja caer a las llamas, pero no te mata, porque eso no es lo que quiere, deja que ardas, deja que el fuego te consuma lentamente, primero es dolor mental, después, tal vez, es físico. Y llega el día en el que necesitas desahogarte, necesitas sentir algo más y ahí aparece la sangre, que mancha tus muñecas poco a poco y desciende por tus brazos, macha el suelo y te marca en el corazón, y luego vuelves a sentir que te quemas, hasta que te das cuenta de que el dolor de la sangre era el mismo que el de las llamas.

Exhalé profundamente y cerré los ojos, como si esa fuese mi aliada, la paz y serenidad. Una lágrima se deslizó sobre mi mejilla cuando volví a abrir los ojos, tristeza.

Tenía derecho a sentir de aquella forma, todo lo que estaba sucediendo era simplemente impactante, era como una guerra a la que yo no estaba preparada para ir, era débil, cada vez que cerraba los ojos la veía allí, con una gran cicatriz en su cuello ahora violáceo, con lágrimas en sus ojos enrojecidos pero sin decir ninguna palabra.

Examiné una y otra vez lo que escribió en aquella nota, sentía que nada encajaba, era como un rompecabezas que se desmorona cada vez más y más. Ella había muerto, había escrito una carta de suicidio y se había despedido pero no encajaba, simplemente no tenía sentido.

¿Qué te sucedió realmente, Alesha?

- Heaven - era la voz de Patricia, hacía eco por toda la habitación.

Giré mi cabeza hacia ella pero no emití ni una sola monosílaba.

- Vamos, es hora de comer.

El almuerzo, la cafetería.

Ya había pasado una semana, pero realmente no era nada. A los demás pacientes no les importaba en absoluto, pues ni si quiera vieron lo que había sucedido, solo escucharon rumores. Para mí lo era todo.

Asentí lentamente y me levanté de la cama, después salí junto a aquella mujer que me miraba con pena, porque ella sabía todo.

- Sé que es muy complicado. - comenzó a decir mientras avanzábamos - yo pasé por algo igual cuando era joven.

La miré con confusión.

Tragó y tras unos segundos comenzó a hablar.

-Salía con un chico, lo amaba muchísimo, era la persona por la que despertaba todos los días, un día decidimos ir al centro comercial - su voz se rompió un poco, pero volvió a la normalidad - atracaron en la tienda en la cual estábamos y le dispararon en la cabeza... pude ver cómo sufría de dolor antes de cerrar sus ojos. Él me miraba como si yo fuese lo más importante en su vida...hasta que dejó de hacerlo.

Patricia dejó de hablar y se limpió ligeramente la nariz con la manga de su uniforme.

-¿Te sientes culpable?

-Todos los días, desde que me levanto hasta que me acuesto - pausó por un momento - si yo no hubiese visto aquel colgante seríamos felices.

-Todos somos culpables en algún momento de nuestra vida por alguna razón.

La mujer se detuvo y sostuvo mi rostro con sus manos.

-Nunca te culpes por lo que pasó, porque nunca será tu culpa.

Sonreí levemente y después volvimos a avanzar. Ahora yo podía sentir la tristeza sobre ella, supongo es algo que no se olvida, que te marca y se queda para siempre.

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