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CAPÍTULO 5: HASTA LOS DESCONOCIDOS PUEDEN CONOCERTE MÁS DE LO QUE CREES

Llevaba una semana entera recibiendo amenazas, notas en las que el autor me decía lo mucho que me conocía y que no iba a parar. Porque, según él, yo necesitaba escuchar la verdad. Según él, yo estaba en peligro. ¿Cómo no estarlo? Si no paraba de mandarme notitas. Debía ser alguien que estaba dentro del psiquiátrico, porque con toda la seguridad que había, nadie se podía colar. Esto empezaba a asustarme y lo único que tenia en mente era el:

Aiden.

Así que le dejaría las cosas claras. Hablaría con él y se lo diría. O paraba de mandarme esa mierda, o yo misma haría que lo encerraran. Bueno, algo peor, porque de todas formas, él ya estaba encerrado y una amenaza así no iba a asustarlo ni un poco.

Me decidí y escribí en un papel una nota avisándole. Le diría que íbamos a vernos, que necesitaba preguntarle muchas cosas. Por si os entra la duda, el papel lo saqué de cuando hicimos los mandalas. También aproveché para coger prestado un rotulador.

Bien hecho, Eav.

Tengo y necesito preguntarte algo. Nos vemos en los servicios a las cinco y media de la tarde, después de las actividades. Heaven

Fue exactamente lo que le puse. Ese día haríamos unas cuantas actividades relacionadas a los idiomas. Sí, todavía me interesaba aprender francés y demás, así que cuando vi que se podía hacer, no dudé en apuntarme. Después de la clase había mucha gente reunida, pues se comenzaban a hacer filas para volver a las habitaciones o ver al psiquiatra, así que me podría escabullir más fácilmente.

— Heaven — me avisó un enfermero — tienes que ir a ver a la psiquiatra.

Asentí y fui junto al chico.

Mi plan era desviarme en el camino y meter por debajo de la puerta de su habitación la nota. Pero no salió como esperaba, porque el cuarto — si se podía llamar así — donde vi a Aiden por última vez estaba vacío. Lo supe porque los cerrojos estaban abiertos y la puerta medio entornada, por lo que deducí que ya no había nadie.

— ¿Nadie se aloja en esa sala? — le pregunté al hombre.

— Es una habitación donde las personas que incumplen las normas van. Se suelen quedar unas horas y luego salen.

—¿Los torturan? — perfecta pregunta, nada extraña Eav.

— Claro que no, solo se quedan ahí con una camisa de fuerza. Esto no es un manicomio de los años treinta.

Por supuesto. ¿Qué estabas pensando?

No sé si fue obra del mismísimo Jesucristo, pero vi como metían a Aiden en su habitación. Perfecto, ya sabía dónde estaba.

— Listo, vengo en un rato para llevarte de vuelta — me dijo el hombre.

Entré a la sala — blanca, exactamente como las demás — y vi a Olivia sentada. Me hizo un gesto para que me sentase también.

—¿Cómo te encuentras, Heaven? — me preguntó mientras sonreía. Por algún motivo, esa mujer me transmitía paz, seguridad, sinceridad…era como tu ángel de la guarda, todo lo contrario al otro psiquiatra.

— Mejor, algo sola, pero ya sabes el dicho, la soledad es... Solitaria.

Fue inevitable que a ambas se nos escapase una risa.

—Lo entiendo, estar sola en una habitación tan grande puede ser agobiante. ¿Te gustaría tener alguna compañera?

— Bueno, supongo que no estaría mal.

ADA [ COMPLETA ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora