PARTE 50

31 8 1
                                        

Sin darme cuenta mis lágrimas empezaron a resbalar sobre mis mejillas, sentía que me hacía falta mí respiración; de repente me empezó a dar un ataque de ansiedad, todo aquello era más fuerte de lo que imaginé.

Me puse de pie y me fui a buscar un baño, caminé como una cuadra dentro de aquella plaza hasta que lo encontré. Me metí y solté el llanto; no podía parar, sentía ese dolor en mi pecho, quería gritar, me sentía tan sola.
-Esto también pasará- me susurraba a mi misma mientras abrazaba mis piernas.

-Ya lo has hecho antes y lo harás ahora también, eres fuerte, eres capaz- me seguía diciendo mientras sentía como mi pecho se aceleraba cada vez más.

En eso mi celular empezó a sonar, era un mensaje de Santi que decía: -¿Dónde estas? Llevo buscándote un buen rato.

-Estoy en el baño- respondí saliéndome de él y dirigiéndome hacia los lava manos.
Me solté el cabello para arreglarlo, me lave el rostro; respiré profundo y me salí en busca de Santi.

Lo encontré en aquella banqueta donde me había sentando en espera de él.
-¿Estás bien?-Me pregunto cuando me vio llegar con mis ojos inflamados.

-Sí, sólo quiero irme a casa- respondí con voz triste y fría.

-Te compre un helado de tu sabor favorito- me dijo mientras me daba un vaso que efectivamente contenía uno de mis helados favoritos.

-Gracias, no debiste molestarte- respondí mientras tomaba aquel vaso.

-Sabes que no es una molestia, te veo un poco pálida y triste; no se lo que te pasa pero desde que recibiste esa llamada en la mañana te pusiste mal. No se si son malas noticias; pero quiero que sepas que cuentas conmigo- Fueron las palabras de Santi, mientras pedía un taxi para que nos llevara a la terminal.

-Gracias, pero estoy bien- respondí mientras me subía en aquel taxi.

Y sí, Santi tenía razón; desde aquella llamada que me hizo ese extraño en la mañana algo había cambiado en mí. En ese instante ya no sentía miedo, tampoco estaba nerviosa de andar con Santi; en ese instante solo sentía dolor y decepción.

Llegamos a la terminal, Santi le pago al dueño del taxi y luego nos dirigimos a tomar el bus.
-¿Tienes sed?- me pregunto Santi, mientras me ofrecía una botella con agua.

-Gracias, pero no- le respondí, mientras me subía al bus que nos llevaría por fin a casa.

Mientras íbamos de camino a casa, Santi tomó mi mano y dijo: -Gracias por este día, quizás no fue como tenía planeado (me refiero a la discusión que tuvimos en el cine) pero quiero que sepas que me encanta pasar tiempo contigo, te he extrañado tanto.

-Esta bien- respondí fríamente mientras quitaba mi mano de la suya.

-Quiero que lo volvamos a intentar- Dijo mientras tomaba nuevamente mi mano.

-¿Crees que yo regresaría contigo?-respondí apartando mi mano una vez más de la suya.

-Yo te quiero, te he extrañado; yo si quiero estar contigo y es lo único que se- dijo un poco ya sacado de si.

-¡Me quieres! ¿Dices que me quieres? ¡Es enserio!. Como puedes hablar de querer cuando lo único que has demostrado es lo contrario, dime: ¿Fue tú amor el que hizo que me dejarás tirada ese día mientras perdía a nuestro hijo? O más bien ¿Fue tú amor el que te hacía golpearme cuantas veces se te daba la gana? ¡Claro! Fue gracias a tú amor que fuiste capaz de abusar de mí sin importar todo los malditos traumas que traía desde mi infancia. No me hables de querer cuando no sabes ni que significa esa palabra- respondí con tono fuerte.

En ese instante nos invadió un silencio incómodo, no sabía de adonde había sacado tantas fuerzas; lo único que quería era llegar a casa y desplomarme a llorar sobre mi cama.

-Perdón, perdón, perdón- Respondió una y otra vez después de aquel incómodo silencio.
-Perdónate tú si puedes- Dije en tono frío.

Ya había oscurecido, el camino se tornó en un ambiente incómodo; saque mis audífonos y me sumergí en aquellas melodías mientras veía como pasaban los árboles por mi ventana.
-Ya casi me bajaré, sólo quiero preguntarte algo; ¿saldrías conmigo una vez más?- me pregunto Santi mientras quitaba uno de mis audífonos para que le escuchara.

-Solo bájate- respondí mientras le quitaba mi audífono para volver a ponérmelo.

Y así fue, unos minutos después se bajo sin decir más.
Diez minutos después me bajé y me dirigí a mi casa. Cuando llegue mamá estaba arreglando la cena.
-¿Cómo te fue, traes hambre?- me pregunto mi mamá mientras me veía entrar.

-Descuida ya comí, me iré al cuarto estoy cansada- le respondí mientras me dirigía a mi cuarto.

Al llegar me cambie y luego me desplome sobre mi cama, mis lágrimas empezaron hacerse presentes.

Y no, mi mamá no sabía que había salido con Santi, para ella todo aquello ya había acabado del todo y no tenía nada de que preocuparse.

Pero sinceramente yo no estaba segura si realmente había acabado todo aquello.

¿Será que Santi no haría nada y por fin entendería que yo ya no quería saber nada de él?

La vida de Caroline.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora