Los días siguientes en el complejos se sintieron interminables. Todo era rutinario, sin acción o cambio alguno. Las mismas personas iban y venían, nadie intentaba hablar concentrándose en lo suyo. A la hora de cambio con el equipo nocturno, no había ninguna novedad que reportar. Sin absolutamente nada que reportar. Sin novedades. La hora del almuerzo solo constituían quince minutos donde tenias que empujar todo a tu boca rápido, porque según West, lo que no ocurría en todo el día podría suceder en ese preciso momento.
Al día siguiente de llegar, el Capitán West me arrastró a su oficina, arrojó un par de hojas que debía firmar y repitió lo que ya sabía. Ni una palabra a nadie. Leí por encima el acuerdo de confidencialidad y se lo devolví. Me despacho tan rápido como había llegado. Tales me ayudó a aprender un par de cosas que el capitán no tomo el tiempo de aclarar, las puertas en los corredores que no tuvieran un lector para mi identificación no eran un lugar donde debería entrar, las llamadas a familiares podrían ocurrir en cualquier momento, pero mayormente al décimo o décimo primer día el capitán daba la orden, y claro, solo era un minuto para informar de tu bienestar y la línea se cortaría. Alicia iba a colapsar.
Me mantuve al margen y la advertencia de no husmear se repetía en mi cabeza cada vez que encontraba divertido caminar para atravesar las puertas y averiguar hasta cuando se pintaría esa luz verde en el lector. La mayoría del equipo tomo mapas y trazaron sus rutas de patrullajes, por mi parte, me mantenía cambiándola todos los días porque si de por sí ya era aburrido el caminar sin rumbo, con una ruta determinada seria peor. Cabe destacar que Tales no estuvo muy contento con mi idea, pero el mismo dijo que no era mi superior y mientras el Capitán West no tuviera problema continuaría haciéndolo de esa manera.
— Evans, es tu turno para llamar a casa. —la voz del capitan se escucho a traves de la radio. Justo como lo menciono Tales, ocurrió al décimo día— Acércate a la zona central y te estará esperando un auxiliar.
— Copiado, señor.
Me desplace todo el camino hasta la salida de la sección charlie, junto a esta esperaba una chica golpeando el piso con su pie con impaciencia.
— ¿Eres el auxiliar?
Me miró a través de sus grandes lentes asintiendo enérgica.
— Tu debes ser Evans, ven sígueme.
Comenzamos a caminar a través de la zona central hasta detenernos frente a un gran escritorio. Tomo un aparato encendiendolo junto al teléfono fijo, comprobó la línea y lo tendió.
— Creo que lo sabes, pero es mi trabajo repetirlo. Un minuto y la línea se corta, se breve y precisa.
Se alejo dándome privacidad. Lleve el celular a mi odio marcando el celular de Alicia. Si no respondía, no sería de extrañar. Estaba en la cúspide de sus finales ahora mismo, entre libros y vasos de café seguramente.
— ¿Hola?
Al tercer pitido escuche su voz en el auricular.
— Hola, es Gala.
Escuche un golpe seco al otro lado.
— ¿Gala? ¡Ya era hora! —la emoción cargaba su voz— ¿Que tal el reclutamiento?
— Todo va perfecto.
— ¿Cuantos hasta ahora?
— Cincuenta, no lo se. ¿Y tus finales?
— Voy increíble, Gala. —soltó un chillido— Mi calificaciones están por los cielos.
— Eso es bueno. —la auxiliar llamo mi atención mostrando el reloj de su muñeca— El tiempo se está por acabar.
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Proyecto Humblood
Science FictionLa joven Sargento Gala Evans se ve envuelta en los secretos y problemas que tienen origen en su padre causando una coalición de decisiones peligrosas en su vida personal y laboral. Poco a poco se acerca a la verdad descubriendo quien es Peter Evans...