XXXI.

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Empaque las últimas piezas de ropa que llevaría conmigo y me deje caer un momento en la silla de mi escritorio admirando el cielo a través de la ventana. Eran las cinco de la mañana así que el sol aun no brillaba a todo dar, era sutil y suave. Nada de lo que te quisieras apartar o ocultar, solo disfrutar. Si las circunstancias fueran otras saldría a la azotea del edificio y tumbarse en el suelo seria el siguiente paso. Todo estaba tranquilo, silencioso, me sentía descansada aunque mis ojeras dijeran lo contrario. Mis ojos se cerraron apenas toque la almohada y no se abrieron hasta que mi alarma sonó, desperté con un ligero cosquilleo en las puntas de mis dedos lo cual tendía a suceder cuando presentía que algo grande iba a pasar. Sinceramente jamás le presté atención, no era de la clase que creía en señales, pero esta vez me dispuse a pedir en silencio con toda la fe que pude encontrar en mi cuerpo por una solución. Lo que sea que nos ayudará a acabar con este problema, lo que sea.

Llene mis pulmones de aire y me levante dando un vistazo rápido alrededor de la habitación. La ventana no estaba tan desastrosa y mi ropa regreso a su lugar con la ayuda de Alicia. No estaba en perfectas condiciones pero, al menos no era un total desastre. Recogí la mochila y la colgué de mi hombro. La primera vez que salía del estado y no para unas vacaciones exactamente. Camine y abrí la puerta sin apuro.

— Buenos días.

Detuve mi marcha de golpe encontrándome de frente con Lloyd. 

— Oh, Lloyd, demonios. —descanse la mano en mi pecho— Que susto.

— Lo lamento.

— No te preocupes. —cerré la puerta y él se hizo a un lado— ¿Listo?

— No tengo nada de ropa extra. —se encogió de hombros— Tendré que comprar algo en Colorado.

— ¿Hacia cuanto no salías del complejo? —se me hizo imposible no preguntar.

— ¿Que te hace pensar que no salía?

— No respondas con otra pregunta.

Levanto su ceja y se tomó un tiempo para contestar.

— Desde que me enviaron al hospital por ti.

— ¿En serio?

— Completamente. —afirmó con la cabeza.

— ¿No te dejan salir si no es por orden de Peter?

— Puedo salir, el problema es que no tengo a donde ir fuera del complejo.

Lo vi pasmada y con un sentimiento de malestar en mi pecho.

— Tenemos que irnos. —anunció Tales desde la sala— Podemos perder el avión.

Acomode un cabello molesto tras la oreja apartando la vista de Lloyd.

— No esa mirada de lastima...

— No te estoy viendo con lastima. —negué— Mejor vamos.

Inicie mi paso de nuevo con el coronel detrás de mí.

— Eres una terrible mentirosa. —se burló.

— Cierra la boca.

Ambos llegamos a la sala mientras Tales aguardaba de brazos cruzados.

— Buenos días. —salude para medir su estado de ánimo.

— Buenos días.

Ese tono plano, claro que si. Aun estaba de lleno con su inexplicable rabieta.

— ¿Que tal dormiste? —ajuste mi agarre en la mochila.

— Tu sofá no es muy cómodo.

— Te dije que hicieras piedra, papel o tijeras con Lloyd. —le recordé— Eres un terco.

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