XLIX.

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Las bocas que me rodeaban se movían sin parar soltando un montón de información, completamente ignorantes de mi estado ensimismado. Sinceramente, no escuchaba o entendía nada, y si me pedían hacer un resumen de lo hablaban... oh, altisimo, quizá ni los escucharía tampoco y me quedaría plantada en el lugar ausente en mi cabeza. Como siempre, físicamente me encontraba bien. Mentalmente seria una discusión distinta, una muy difícil de sostener con quienes no vivían esto en mis zapatos.

El sentimiento de arrepentimiento no me abandonó a pesar de las expresiones tranquilas de los otros. Se veían radiantes y quería sentirme como ellos; tranquila, aliviada, feliz. Me era imposible, apostaria que mi expresion de pura agonia contrastaba significativamente entre tanta felicidad. Tal vez culpar a la mezcla de los acontecimientos golpeando en un mismo momento era la respuesta, o simplemente estaba siendo una paranoica. No lo sabia. Lo que si sabía es que no esperaba sentirme de esta forma. Aún arrastraba las cadenas, aún lo sentía respirando en mi nuca, aún quería mirar sobre mi hombro para asegurarme que él no estaría allí aguardando por el momento justo para atacarme. No me sentía bien, y  es lo único que escuchaba y se repetía sin parar en mi mente.

Piensa, piensa, piensa.

Se llevaban a un criminal. Eso era todo para ellos, en lo absoluto complicado. Desde mi perspectiva, se llevaban a mi padre. Y tras sobrevivir a las porquerías que lanzó por meses... no, ese malnacido se dejó vencer. Ese, no es Peter Evans. A diferencia de la multitud frente a mí, las cosquillas nerviosas no abandonaron mis dedos y la necesidad de hallar esa pieza que faltaba para lograr cerrar mis ojos y no sufrir un colapso nervioso por la ola de pensamientos, picaba incesantemente. No pararía, no lo haría.

Piensa, piensa, piensa. ¿Que pasa? ¿que sucede? ¿que estas pasando por alto? ¿que es eso que, tu estas viendo, pero ellos no? ¿que, Gala? Piensa, piensa, piensa.

Mi corazón lloraba por Killard y Juliana. Lloraba lo que no me permitía, lloraba al pensar que murieron para ver este plan fracasar porque algo se pasaba por alto otra vez. Sentarme y solo aceptar que, bien, se lo llevaron y el trabajo esta hecho, ¡no!, por el altísimo ¿Para que me embarque en esto a fin de cuentas? ¿para continuar asustada y vivir de la misma manera? Killard me arrancaría la cabeza, y lo haría yo también. Las ganas de encerrarme en una habitación y no salir jamás seguían ahí. Tentandome. Y eso no era correcto, eso no estaba bien en ningún sentido lógico. Murieron y yo no era capaz de cobrar sus muertes . Se suponía que una vez el plan funcionara, él caería y podríamos dar un cierre a este asqueroso complejo. A esta repulsiva misión. 

No paso.

Nada paso.

Se sentía exactamente igual.

Asfixiante, horroroso e incorrecto.

Se suponía que nosotros nos llevaríamos el trofeo, no el hombre con las esposas. Pero ¿por qué era la única que parecía notarlo?

Él lo alzaba y se pavoneaba en nuestras narices. Se burlaba como él sabía hacerlo.

Ellos no veían lo que yo. Y es que, para destruir a un monstruo se necesita otro.

¿Era ese otro monstruo Gala Evans?

¿Yo era ese monstruo?

— Gala.

Giré la cabeza como resorte. ¿Que pensaría él?

— Tales.

Sus brazos me rodearon y mis pensamientos se apagaron.

— Sal de tu cabeza. —susurro en mi oído.

Trague duro.

— Eso intento.

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