XXXVI.

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El calor que rodeaba mi cuerpo era magnífico, tanto que no tendría problema en seguir durmiendo por un par de horas adicionales para disfrutarlo. Hacia rato que no dormía tan bien, aunque había bastante que solventar y quedarme allí no estaba entre mis opciones. Me moví un poco buscando ese inusual calor por otros minutos antes de entrar en la realidad del día y este apretó. ¿Qué? Mi ojos se abrieron procesando el entorno, ya que eso no era lo que esperaba que sucediera. El calor no aprieta, eso es... rarisimo. Levanté la sábana con cuidado y un brazo rodeaba mi cintura con tal comodidad y familiaridad que no parecía algo que sucediese por primera vez. La realización me golpeó apartando de una patada mi estado adormilado y trayendo los recuerdos de anoche a mi cabeza. El calor venia del cuerpo de Tales pegado a mi espalda, quien seguro en algun momento de la noche, unió nuestros cuerpos con su brazo. El sonrojo fue inevitable, esto es más que atrevido. No puede ser correcto. Tenía que librarme. Si, eso tenía que hacer. Toqué su brazo con cuidado de no despertarlo y evitar a toda costa una situación embarazosa, para mi mala suerte, como siempre, aseguró más su agarre y debí tapar mi boca para suprimir el grito. Oh, maldita sea. ¡Que forma de empezar el día! Fui por el segundo intento y me removi cual oruga mientras alzaba su brazo. Mis pies estaban a centímetros del suelo cuando se dio la vuelta quedando boca arriba, estática vi sobre mi hombro y sus párpados aun se hallaban cerrados. Célebre en mi cabeza y terminé de incorporarme.

Por favor, Altísimo, ten misericordia de esta alma en pena.

En puntillas me aproxime a mi mochila sacando un cambio de ropa y me resguarde en el baño encontrándome con mi reflejo de aspecto agitado en el espejo. ¿Cómo es que de estar en un extremo pasamos a fusionar nuestro cuerpo en un mismo espacio? ¡A mi ni siquiera me gustaba dormir con las personas! O quizá era algo que me decía para olvidar mi soltería... ¿que estoy diciendo? ¡no me gusta de todas formas! Moje mi cara y agite las pestañas para aclarar mi mente. Si, la mente. Eso es lo que necesitas aclarar, Gala. Me apoyé en el lavabo y me regañe por unos segundos por permitir, a pesar estar fuera de mis manos, que una situación tan poco profesional ocurriera. Lave mis dientes y coloque mi ropa en un santiamén. Quería estar fuera de esa habitación cuanto antes. Deje la pijama sobre mi mochila en mi camino a la puerta y le eche un vistazo rápido a Tales. Dormía como si nada, como si hace unos minutos no me hubiese usado de peluche. Giré la perilla y salí para dar fin a eso. Una puerta de por medio es la respuesta a todo en estos días... o lo es para mi.

En la sala, el panorama no era diferente en ningún aspecto a lo que había dejado arriba. Todos dormían muy cómodamente y yo estaba parada en el medio del lugar pasando la vergüenza y lista para iniciar el día. ¿Que hora era como para que estos inútiles siguieran durmiendo? Busqué mi celular en los bolsillos y recordé que se quedó olvidado en la mesa de noche. No regresaría, ni de chiste. Exhale y pasé mi vista por la habitación iluminada desde una fuente externa. El sol estaba a todo dar, no podían ser menos de las siete. Me dirigí a la cocina preparándome un emparedado y una taza de café puesto que el animo de hacer algo más elaborado era nulo. Lo devoré junto al café y entrecerre mis ojos en dirección al microondas una vez acabé visualizando el reloj incorporado que marcaba las ocho treinta. Ya era tiempo de que todos despertarán. Ocupé mis manos con un sarten y cuchara, me planté en la sala y empecé a golpearlo.

- ¡Es tiempo de despertar, florecitas!

Golpe, tras golpe, golpe y otro golpe hasta sentirme aturdida. Killard se sentó en su colchón inflable con el cabello desordenado y una mirada cargada de odio. Howard, por otra parte, se dio la vuelta y tapó su cabeza con la sábana. Lloyd abrió sus ojos despacio y me vio:

- ¿Estas loca? hay un niño arriba. -tuvo que elevar su tono de voz para que lo pudiera entender.

Me detuve y sonreí con la boca cerrada.

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