Cap.- 31 Dulce venganza

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9:10 PM lυɴ., 27 de αвrιl
Club de Boxeo Equinox

Mientras esperaba al pelirrojo, me preguntaba: ¿Por qué era tan sencillo ganarse el odio de las personas, y tan difícil hacer que estas te respetaran?... Todos en el instituto me juzgaron y se burlaron sin siquiera compadecerse de mi pasado. Aún así, siempre hubo alguien quien estuvo en las buenas y malas conmigo: Alba, y ella, se salvaría de lo que planeaba hacer.

Apreté mis labios y los mordí cuando vi a Mason a la distancia. Él había salido de los camarines por fin, y vestía ropa de entrenamiento.

Me armé de valor y caminé hacia él, acrecentando el nudo que se formaba en mi estómago cada vez que daba un paso hacia su dirección. Sinceramente, lo único que deseaba era tomar su bello rostro y golpearlo con todas mis fuerzas contra la pared, pero me obligué a contenerme.

Cuando estuve frente a él, una sonrisa fría e inexpresiva se formó en su cara de niño bueno, y la tonalidad de sus verdosos ojos se oscurecieron cuando lo saludé.

—Qué agradable visita —sonrió mezquino.

—Tenemos que hablar —proclamé autoritaria.

—Pero no aquí linda —sostuvo mi mano izquierda, acariciando mis nudillos con la yema de su dedo pulgar.

Aquel roce de su piel sobre la mía, fue malditamente reconfortante y dañino a la vez. Prontamente, mi atención se desvió hacia sus ojos y aparté mi mano de la suya.

—¿Cuál es tu objetivo con todo esto? —musité, pero él pudo oírme.

—Tú eres el objetivo —aseveró con esa inocente expresión en la mirada—. Te quiero.

—¿Para qué?

—Para amarte —respondió con un tono dulce al hablar.

—Mientes —espeté entre dientes.

—Hablemos de esto a fuera —volvió a tomar mi mano, y me dirigió hasta la salida.

Una vez que salimos del club, me zafé rápidamente de su agarre y exclamé—: ¡Intentaste matarme!

Al instante, mi ira provocó que las ventanas de los autos estacionados en la esquina estallaran, al igual que los focos de las farolas que nos rodeaban.

—Tienes que calmarte —Mason se distanció de mí—. Sé que no eres descendiente de Cosme… Digamos que he estado siguiendo tus pasos y por ello lo sé.

—Y aún así le contaste a los demás sobre mi pasado —mis ojos cristalizaron de la impotencia.

—Indaga mis recuerdos, y verás que yo no lo hice.

—¿Pretextos para que te bese?

Mi pecho dolía, maldita sea… Dolía como si estuvieran clavando miles de agujas en el.

—Quieres que lo haga —se acercó a mí.

Él no estaba preguntando, lo estaba afirmando; como si pudiera saber exactamente lo que yo sentía.

—¿Acaso tengo un cartel en la frente que dice "puedes hacerme el daño que quieras, yo aguanto" como para que vengas dispuesto a herirme una vez más?

—No me juzgues, ya no eres una niña —acarició mi mejilla—. Sabes que las historias de amor solo existen en canciones, que las personas cuentan mentiras, que siempre será más fácil perdonar que olvidar, y que las cosas nunca vuelven a ser lo mismo... Los príncipes azules no existen cariño —susurró sobre mi oído.

𝐒𝐚𝐧𝐠𝐫𝐞 𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 [𝓣𝓮𝓻𝓶𝓲𝓷𝓪𝓭𝓪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora