Capítulo 44

1.2K 65 16
                                    

- ¿Mimi? -dijo Ana al ver que la rubia se había quedado embobada de nuevo.

Era una noche de diario y ambas estaban ya muy cansadas, como era habitual después de toda la actividad del día. Ya se iban ambas a dormir, de hecho Mimi ya estaba metida en la cama y quizás por eso se quedó mirando a un punto fijo, y Ana ya se estaba poniendo el pijama para hacer lo mismo que su mujer.

- Mi bebé -dijo Mimi, con una voz adorable y aún con la cabeza un poco en las nubes, cuando Ana se metió dentro de la cama.

- Tu bebé está aquí abajo -le respondió Ana tocándose la barriga y riéndose de lo graciosa que sonaba la rubia estando en ese estado, entre la vida real y los sueños.

- No tu -respondió Mimi ya tocando más con los pies en el suelo y abrazando a la morena.

- ¿Me vas a volver a llamar bebé? -le preguntó Ana extrañada y soltando una carcajada- ¿A nuestra edad?

Aunque que la llamase así le sonó, cuanto menos, curioso, a Ana le produjo mucha ternura y le hizo recordar que, por increíble que pareciera, en algún punto de su relación la llegó a llamar así de modo cariñoso.

La verdad es que la morena nunca había sido de apodos ni cosas así de cursis, pero con Mimi siempre fue diferente, y aunque con el paso del tiempo, los apodos cariñosos se habían reducido a los más habituales y adultos, le gustó escuchar eso de nuevo.

- Ay, buenos días -dijo Ana nada más abrir los ojos y encontrarse la cara de su novia a escasos centímetros.

Los fines de semana, que eran los únicos días que no tenían que madrugar, Mimi siempre se despertaba la primera. A veces esperaba a que la morena se despertase a su lado mientras remoloneaba en la cama, y otras, cuando no tenía tanta pereza, se iba a la cocina a preparar el desayuno, el suyo y el de Ana. Y ese día era uno de esos dónde la pereza le había podido.

- No te gires amor -le pidió Mimi al ver que Ana le daba la espalda, seguramente en un intento de seguir durmiendo, porque si la rubia ya era perezosa por las mañanas, la canaria le daba mil vueltas.

- ¿Por qué? -preguntó sin entender su petición, pero dándose la vuelta de nuevo.

- Te estaba mirando -le confesó- o más bien admirando -se corrigió.

- Anda, ¿qué dices? -reaccionó Ana a la cursilada que acaba de soltar su chica- No seas boba.

- Es que duermes como un bebé -le explicó- eres adorable.

Ana se rió con ese comentario y rodó los ojos, estaba claro que ambas estaban enamoradísimas la una de la otra y que eso les provocaba decir estupideces como esa.

- ¿Lo ves? -le dijo- Me encanta cuando pones los ojitos así -admitió.

- ¿Así cómo? -preguntó extrañada sin entender a lo que se refería, pues ella siempre hacía ese gesto, pero ni siquiera era consciente de ello.

- Pues así -dijo tratando de imitar el gesto de la morena, pero lo cierto es que no le salió para nada bien.

- Lo haces fatal -reaccionó Ana riendo- No es así, es así -dijo haciendo el gesto que tanto le gustaba a Mimi de nuevo.

- Ay, si es que ¿como no te voy a querer? -dijo la rubia tirándose encima de la morena.

- ¡Au! -se quejó Ana- Eres muy bruta ¿eh? -le repitió como ya había hecho otras veces.

La verdad es que tenía razón, y eso sumado a la torpeza de la canaria, solo daba pie a escenas cómicas continuamente. Ambas habían perdido ya la cuenta de la cantidad de golpes que se habían dado sin querer desde que habían empezado a vivir juntas, y es que no eran pocos.

Nueve y medio | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora