Prólogo

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- Chicas, chicas, por favor -decía Ana ya desesperada con la incontrolable pelea verbal que estaban teniendo sus hijas en el salón de casa.

- ¡Mamá! -se quejó Sofía- Qué Naira me ha insultado.

- Te lo mereces -dijo la chica dándole un golpe fuerte a su hermana.

- Ey, ey, ey -intervino Mimi metiéndose entre las dos haciendo de barrera humana para evitar que los insultos pasaran a golpes. 

Por unos instantes, la rubia logró un silencio sepulcral dentro de la casa, como hacía semanas que no había ninguno.

- ¿Podemos hablar como personas civilizadas? Por favor -pidió Ana a sus hijas ya casi suplicándolo- A ver, ¿por dónde íbamos? -se preguntó mientras miraba los papeles que tenía entre las manos.

- La mesa -le dijo Mimi intentandole echar una mano y levantándose del sofá, una vez las niñas ya estuvieron algo más calmadas.

- Somos 7 y hay 7 días en la semana, así que no hay más discusión -zanjó Ana sin aceptar ningún tipo de réplica- Cloe, los lunes -dijo anotándo en la hoja para no olvidarlo- Martes Bruno -continuó- Naira, los miércoles

- Que la mayor soy yo -dijo Sofía quejándose.

- Que me da igual -le respondió Mimi- que es lo mismo que te toque el miércoles que el jueves -le explicó a la chica zanjando el tema y evitando otra discusión.

- Emma, tu los viernes -le dijo Ana a su quinta hija que sentada en el sofá observaba la escena como si no fuese con ella.

- Lola, tú los sábados. Y el domingo, Inés -dijo finalmente.

- ¿Y los platos? ¿Quién los recoge? -preguntó Bruno.

- Cada uno el suyo -respondió Mimi- Y pobre del que se le ocurra levantarse sin recoger su plato -amenazó a sus hijos.

- No fastidies, si siempre lo ha recogido el que pone la mesa -se quejó Naira.

- Y siempre teníamos que recoger los platos nosotras -añadió Ana- Así que eso se acabó -dejó claro asegurandose de que todos la habían escuchado- No cuesta tanto coger un plato, enjuagarlo y meterlo en el lavavajillas. 

- Vamos a otro tema por favor, o no vamos a acabar nunca -se quejó la mayor, ya harta de tener que discutir por cada punto de esa eterna lista.

- A las 7 os quiero a todos desayunando, ni un minuto más tarde, ¿entendido? -les dijo Mimi- Tenemos que salir a las 7 y media para poder llegar a todo. Así que nadie se retrase, por favor -añadió.

- Cloe, Bruno, Naira y Sofía, os dejaremos las comidas en tuppers en la nevera. Cuando lleguéis del instituto os lo coméis, en platos, y limpiais todo -les pidió Ana a sus mayores- Y por favor, venid todos juntos, nada de irse por su cuenta ¿eh Bruno? -le advirtió a su hijo mayor que era muy de hacerse el independiente.

A pesar de que aquello no era malo, y de hecho ambas siempre habían fomentado que sus hijos tuvieran independencia, la adecuada para su edad, cierto es que vivian en un barrio bastante apartado, aunque tranquilo, y tanto Ana como Mimi se sentían más seguras si sus hijos iban en manada, antes de andar solos por allí.

- Naira, tu tampoco -añadió Mimi consciente que su hija seguía los mismos pasos que el mayor- Los pequeños, yo os paso a recoger a las 5 y os llevo a las extraescolares o a casa. Emma, el martes y el jueves tienes dibujo -le explicó a su hija, aunque esta ya lo sabía de sobras- y el lunes y el miércoles -continuó- Lola tienes gimnasia, hasta las 7. Vosotras -dijo dirigiéndose a las más mayores- vais solos y ya os iremos a recoger por la noche ¿Sí?

Nueve y medio | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora