Capítulo 11

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- Regálale algo -dijo Emma rompiendo el silencio que imperaba en la casa aquella tarde.

- ¿Qué? -preguntó Mimi mirando extrañada a la niña, que sentada en la mesa del comedor hacía sus deberes.

Mimi, por su parte, estaba también sentada en la otra punta de la mesa corrigiendo algunos exámenes de sus alumnos mientras comía un yogur que parecía interminable. Llevaba más de una hora comiéndoselo, pero no le gustaba, no le gustaba nada. Mimi estaba, de nuevo, a dieta, pero el yogurt natural sin ningún tipo de azúcar, el único que se podía permitir, era demasiado amargo para ella.

- A mami. Estáis enfadadas, ¿verdad?

- ¿Tu cómo sabes eso? -preguntó Mimi delatándose y algo enfadada pero también preocupada de que su hija se hubiese enterado de la discusión con Ana.

- Se nota.

- ¿Qué notas? -dijo levantándose y sentándose delante suya para darle algo de más confianza a la pequeña para que así lo soltase todo.

- Por la noche discutís, bueno y por la tarde y la mañana -añadió- pero por la noche se escucha mejor, porque no hay ruido -comentó.

- ¿Y tu no duermes? -le preguntó Mimi retándola, pues se suponía que cuando ambas estaban en la habitación de matrimonio Emma debería llevar ya un buen rato dormida.

- Lo siento, pero me cuesta dormirme si os oigo hablar tan fuerte -dijo bajando la cabecita algo avergonzada de haberse delatado a sí misma, pero sin dejar de decir la verdad.

- No pasa nada -le dijo Mimi alargando el brazo para acariciarle el hombro a la pequeña.

- ¿Y el regalo? -le preguntó de nuevo levantando la cabeza.

- Cariño -empezó Mimi cogiéndola de las manos y con los ojos un poco aguados- Hay cosas que no se arreglan con un regalo. Esto no es como cuando te portas mal y haces un dibujo a mamá para que te perdonde. Hay cosas que... -continuó intentando aguantar su llanto- se arreglan de otra forma.

Mimi, evidentemente, estaba muy afectada por la situación, y veía poca salido a tal conflicto que no fuese romper la relación con Ana. De hecho, fue precisamente Ana quién había dado el primer paso devolviéndole el anillo de compromiso, anillos que, ninguna de las dos vestía desde aquel día.

Fue por eso que, cuando su hija le habló de una posible reconciliación se le aguaron los ojos, le daba ternura la inocencia de su hija, pero ella sabía que había cosas que no tenían solución. Lo que no esperaba es que su niña estaba a punto de darle una lección.

- Pero mamá, tiene que ser un regalo de verdad, no una cosa -le replicó la niña- Tienes que regalarle tiempo a mami -le aconsejó.

- ¿Tiempo? -preguntó esta extrañada.

- Sí, lo leí en un libro -le explicó Emma.

- Hija, ¿pero tu qué libros lees?

- Los cojo en la biblioteca -le explicó la niña.

- ¿Y esos libros son para tu edad? -le preguntó Mimi dudosa y pensando que debería haber estado más pendiente de lo que hacía y leía su hija.

- No lo sé, pero es que los de dibujos ya me aburren, se me acaban en una hora y yo los quiero más largos -se quejó la pequeña.

- La madre que te trajo Emma -dijo rodando los ojos al darse cuenta que, efectivamente su hija había estado leyendo libros que no le correspondían- De eso ya hablaremos -le advirtió a la niña- Pero cuéntame, ¿que tengo que hacer? -le preguntó a la niña, pues nada le iba a impedir saber a lo que se refería su hija con lo de regalar tiempo.

Nueve y medio | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora