· Más Humano·

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*L*

-Supongo que sí estas aquí es porque lograste tu tarea.

Árma -Así es, ¿Está durmiendo?

-Sí, y quisiera que le dejaras descansar. Y ya que estás aquí me gustaría hacerte una pregunta, ¿Porqué te importa tanto?

Árma -Por que estoy arruinado.

-Ya veo... Te enamoraste. ¿Cómo fue eso posible?

Árma -Bien, no es que me agrades pero, pienso que la puedes salvar incluso de ella misma. Te contaré, pero sería algo que quede aquí, no tengo intención de que ella se entere de todo. Y será a cambio de algo más.

-De acuerdo, te escucho.

* Árma *

Ella apenas acaba de llegar a ese pueblo, yo ya rondaba por ahí, pues mi cuaderno ya le pertenecía a una anciana de la región, la misma que se encargó de enseñarle el camino de la magía y curación a Ikal, K como le llamas.

La anciana nunca me nombró frente a su joven pupila, pero yo sí que podía verle,  era bastante curiosa, eso me llamó bastante la atención. Devoraba libros enteros en horas, la anciana también la impuso a su forma de vida, rodeada de hiervas, tinturas, escritos y demás artilugios, todo para lograr hacer de ella alguien respetable alla por esa zona, digamos su sucesora.

Aunque era bastante joven, tenía una energia sexual desbordante y la anciana pronto lo notó. Le obligó a mantenerse en celibato hasta terminar su formación. Eso no impidió que la chiquilla se tocara, y bueno una de las tareas que la anciana me encomendó fue vigilarla, así yo le avisaría si su pequeña estaba con un muchacho, pero no aclaró nada de la masturbación, así que nunca dije nada de esto último, ella parecía necesitarlo, y la verdad yo me cuestionaba porqué para ella era tan necesaria esa sensación.

Con el tiempo pude ver como se apasionaba por todo cuanto le rodeaba, cada aprendizaje era una vibración nueva en ella.

Sin darme cuenta podía estar a su lado todo el día sin aburrirme, apesar de que no podiamos hablar; al cumplir sus 18 años ya había terminado con sus aprendizajes, en dos años Ka'an había logrado lo que a otros les costaba más de 20. Claro para celebrar esto, terminó en los brazos de un joven que le pretendía desde que ella llegó, a mi parecer un idiota, pero ella tenía tantas ganas de sentir otra piel, que no dudó en entregar su cuerpo en repetidas ocasiones. En un principio le seguía observando, vaya, la costumbre, pero cada vez era más y más difícil verla con alguien más, así que decidí respetar su espacio en esos momentos. Siempre fue muy discreta ante todo el mundo, pero yo ya le conocía bien, y sabía cuando su cuerpo pedía ese calor, ese, que aunque yo quisiera, no podría darle.

Se convirtió en alguien respetable y muy querida en su comunidad, para ese momento yo simplemente no podía separarme de su lado. Sin percatarme me convertí en su sombra, sin darme cuenta mis sentimientos comenzaron a crecer.

La anciana enfermó y cayó en cama, dos años después llegó el momento, el Shinigami tiene el deber de escribir el nombre del poseedor en su propio cuaderno, y así lo hice.

Pude realmente marcharme de ese lugar, no era necesarío quedarme. Pero allí en soledad estaba ella, tan bella, tan joven, tan inalcanzable.

No pude marcharme, así que dejé caer mi cuaderno una mañana a su lado, y ahí sí que mi pecho se agitó al verle tomar el cuaderno, me presenté apenas lo tocó y aunque no parecía asustada, su interés era inmenso, paso más de una semana preguntandome cosas, era insaciable, y a mi eso me encantaba.

Terminó con aquel iluso, pero no tardó en aparecer otro, y otro más, bueno yo me sentía, y eso es mucho que decir, me sentía deseoso de matarlos, no me costaba nada, pero ella de verdad parecía disfrutarlo, o al menos eso aparentaba, al marcharse ellos, siempre se quedaba en un silencio terrible, pensativa.

Así que solo me mantuve al margen.

Algo que a ella le encantaba era ofrecerme derrumbes, y cada vez que los comía sentía como algo en mi interior cambiaba, no tenía los efectos psicodélicos que los humanos experimentan, pero aún siendo un dios de la muerte, fui desarrollando emociones muy humanas, y ésto a ella le facinaba. En una ocasión me dijo que podría terminar siendo humano. Eso no es posible físicamente, pero las emociones si que las tengo.

Al matar a esas señoras algo en ella cambió y decidió que no quería saber más del tema, por ello le ofresí que renunciara, nunca la iba a dejar pero así ella no sufriría por la culpa, se negó y en un momento de intensidad anotó su nombre en el cuaderno, tres años son nada para un ser inmortal, pero para ella eran suficientes. No pude evitarlo, y durante éste tiempo me hice mas unido a ella.

Pero todo lo bueno tiene un final, hace un año aproximadamente yo... Bueno busqué la manera de estar más cerca de ella, pero no encontraba nada, entonces ella salía con un imbécil, mis sentimientos nublaron mi razón, él por algun motivo que nunca entendí, le dio una bofetada, ¡Ahí, frente de mí! Me enfuresí, ella lo corrio de su hogar, y éste le hizo caso, pero yo...terminé anotando su nombre en el cuaderno.

Se dió cuenta y se molestó conmigo, él la golpeó y se enojó conmigo. No comprendí nada de eso, tomó el cuaderno y lo puso en una caja de madera, para después enterrarlo cerca de su casa, seguido de eso me dijo que no me quería volver a ver hasta la fecha escrita. La verdad me devastó escucharle decir eso, pero le obedecí, me fui a mi mundo. Nunca dejé de verla, y aunque a distancia, siempre procuraba hacerle ofrendas demostrandole mi arrepentimiento. A veces flores, a veces le dejaba esos hongos que me daba envueltos en hojas secas... Siempre en el mismo lugar, sabía que le gustaba, siempre sonreía, pero aún así no me hablaba. Hasta hace poco.

Ahora que sabes todo esto, quiero pedirte, no, exigirte algo a cambio.

L -No sé que te pueda dar, pero dime.
Árma -La salvarás de ella misma.

En el misterio de Lawliet...L&TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora