• Capítulo 21 •

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2da Parte

La noche empezaba para un par de humanos en la cabaña, pero el pobre Shinigami aún por órden de su amada, no podía despegarse a más de 7 metros de ella, la noche pintaba eterna, cuando le vio bañándose con el castaño comprendió que lo tomaría antes del amanecer, ¿Porqué su humana se había encaprichado en complacer a un ser tan miserable? ¿Para qué ser tan benevolente con él si no le gustaba? Los malditos celos lo carcomían, más con ese insulso que con el azabache, sabía quien amaba a su mujer y quién no, y Kira no la amaba.

Estaba cabreado, muy cabreado, con ella por querer complacerlo, con el detective porque no estaba tan cerca,  y con su maldito Rey por imponerles tratos retorcidos, pero más con él mismo, por ser tan idiota y dejar que escribiera ella su nombre en el cuaderno maldito.

Debió solo borrarle la memoria, definitivamente no sabría de él nunca más, pero ella estaría con vida, aunque de ser así jamás hubieran pasado las tardes recolectando sus medicinas, ni estar en vela con ella en las noches de ceremonias, ni las mañanas presurosas de mercado, menos los atardeceres salpicados de colores y platicas placenteras, o jamás  la hubiera tocado, o besado, o estado dentro de ella, tan jodidamente tentadora y placentera.

Dios, estaba hecho un manojo de nervios y celos, no pudo más, se acercó apenas a la puerta, y ahí, los gemidos de el castaño, le hirvió la sangre, haciendo uso de sus poderes sobrenaturales atravesó la puerta y parado en la sala de SU hogar, porque ya vivían los tres bajo ese techo, la vió encima enpalandose en Kira, miserable Kira, ni siquiera era tan grande como el de él, y ni se movía con gracia como el detective, que por mucho que no quisiera aceptar, el azabache y su morena se movían a un ritmo suculento, sincronizados como un baile que ellos conocían muy bien.

¿Y como sabía eso? Fácil, cuando estaban los tres juntos en la cama y Árma quedaba abajo de ella, penetrándola an@lm3nte, el detective tomaba su coño, y el Shinigami se quedaba quieto dejando que los otros dos se movieran, y eso era muy placentero, podía sentirla apretadita y húmeda, su verga siendo frotada con la del detective le daba un placer exquisito, que se guardaba muy en el fondo, ya que no quería aún aceptar que el ojeroso también le daba placer a él, muy seguramente L también lo disfrutaba, ya que era algo que hacían muy seguido, por no decir que al menos una vez al día, y segurísimo era que a ella le encantaba, gemía de forma melodiosa. Pero éste día no fue así ya estaba terminando y ella estaba ahí con un chiquillo haciendo todo el trabajo.

Cuando vió que el orgasmo de ella llegó, ahogó una ligera risa en sus labios, ella casi no gemía con él, y al caer rendida en la cama apenas terminó, notó como ella cerraba sus ojos, sin contacto visual, y si conocía a su chica, y valla que si, sabía que probablemente no lo tocaría hasta el amanecer, si algo aprendió de ella es que si se acostaba tan pronto terminaba, se dormiría profundamente.
Desvaneció su cuerpo antes de ser notado dejando atrás la cabaña, y encaminándose al árbol donde alguna vez enterraron su cuaderno.

Que iluso habrá de ser Ligth si cree que fue él quien la hizo llegar, bien sabido era por el Shinigami, que si su bruja llegaba al orgasmo siendo ella quien montara a el hombre, era ella quien dirigía sus cuerpos, y por ende, su placer.

Una sonrisa burlona apareció en su rostro al saberse superior, ya que había algo que le encantaba y era conocerla tan bien, de todos sus amantes solo dejó a 3 posarse encima de ella, el ojeroso, él mismo, y aunque no le agradara, Taro, no más.

Nunca, ningún otro la posicionó abajo de ellos. Y con orgullo podía decir que solo él y el detective fueron los únicos que la dominaron.

Oh si, para ellos exclusivamente se convirtió en una gatita sumisa, que se dejaba amarrar los brazos y piernas con cuerdas rojas, siendo elevada del suelo y suspendida a mitad de su habitación, practicando el arte del Shibari con sus amantes.
Solo a ellos dejaba azotar su trasero redondo con una linda fusta, solo con ellos permitía que la amordazaran, con venda en los ojos y un par de esposas afelpadas, era penetrada por dos seres desesperados por ella.
Aunque ella se dejaba, sabían los límites y nunca la lastimaron, pero valla que se divirtieron.

En el misterio de Lawliet...L&TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora