No. 5 and No. 8 || Five Hargreeves [#1 y 2]✔️

Capítulo 2.2

Narrador Omnisciente

Tras haber tomado la mano de Hazel, y desaparecer de la gran explosión nuclear donde murieron sus hermanos, Hazel y Cinco aparecieron en un lugar donde no había tanques de guerra, personas muertas, soldados Soviéticos, soldados americanos, bombas o algún otro armamento que indicara "país bélico". 

En cambio, todo estaba tranquilo, las personas caminaban, reían, y de vez en cuando miraban extraño a los dos por la forma peculiar en la que estaban. 

–Okay– dijo Cinco confundido mirando a todos lados –¿qué diablos fue eso?–. 

–El fin del mundo del 25 de noviembre de 1963– contestó Hazel. 

Fruncí el ceño –¿de 1963? Bueno Hazel no soy historiador, pero no recuerdo ningún holocausto nuclear en esta época–. 

Hazel hizo una mueca –ni que lo digas–. 

–¿Y mi familia?– bajó la mirada.  

–Muertos, como todo el mundo–. 

–¿En dónde estamos ahora? volvió a preguntar. 

–Dallas, la misma calle, diez días antes–. 

Hazel comenzó a caminar hacia una banca que estaba al borde de la calle, aún con el maletín en mano. 

–Tiempo suficiente para restaurar la línea de tiempo y salvarlos– se sentó en la banca. 

A pesar de ser un ex agente de la comisión, se podía ver a Hazel un poco más viejo a la última vez que Cinco lo vio, todo su cabello era blanco, y tenía ciertas arrugas con anteojos que definitivamente lo hacían ver más viejo. 

–¿Cómo empezamos?–. 

–¿Nosotros?– Hazel rió con ironía –habla por ti amigo, yo vine porque se lo prometí a Agnes–. 

Cuando Hazel terminó su oración, se pudo ver un poco de tristeza en sus ojos, haciendo que Cinco entendiera al momento que era lo que había ocurrido. 

–¿Acaso...?–. 

–¿Murió?–. 

Asintió –si–. 

–Cáncer–. 

Agnes, la mujer sencilla, graciosa y tierna, que trabajaba en el restaurante de donas, a donde los Hargreeves iban de niños y comían sin parar hasta vomitar, había sido una persona muy dulce, y podía decirse que si había amado a Hazel, así como él a ella. 

–Fue rápido– dijo sin más –pero pasamos 20 años juntos y nadie vive para siempre–. 

–Lo lamento, Hazel– no contestó –¿qué hay de la Comisión?–. 

–Renuncié a esos idiotas ¿recuerdas? No les debo nada de nada–. 

No muy lejos de ahí, un grupo de tres hombres con cabello blanco, aparecieron caminando del opuesto de la calle, uno de ellos tenía la mirada diabólica en su rostro, mientras que los otros dos parecía no importarles lo que ocurriera; cosa curiosa, caminaban con paso firme a donde estaban Hazel y Cinco, con intenciones más allá de solo pasar desapercibidos. 

Número Cinco miró a los tres hombres un tanto desconcertado, frunció el ceño y se paró de la banca en la que estaban sentados. 

–¿Y quiénes son ellos?– pregunto este. 

–Ah, mierda– sin que Cinco pudiera darse cuenta, Hazel metió una clase de caja en el bolsillo de su saco y le entregó el maletín –¡corre!–.