CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

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Luego de obligarse a comer algo en el Fernández Concha, Ramiro se fue en su propio auto hacia la consulta donde se encontraba Hugo. En el asiento trasero, además de su chaqueta aún manchada un poco con sangre en su forro interior, estaban el par los documentos que él sospechaba podían tener relación con Héctor Seguel. Pensaba llevárselos a su casa y seguir estudiándolos cuando su amigo volviera a salvo a la suya. 

Ya los había revisado meticulosamente tres veces, pero le parecía que no era suficiente, porque con cada lectura sus sospechas aumentaban. Desde que Manuel se había ido de la oficina y ahora mientras manejaba, no podía dejar de pensar en ellos. Uno incluso se lo había aprendido casi de memoria de tanto releerlo. Llevaba el título EXPEDIENTE DE EL CÓNDOR. 

Según lo que indicaba el documento, el sujeto denominado con dicho apodo era un ex sargento del ejército que había estado activo hasta el año 1977. Se le adjudicaban varios secuestros de mandos medios de los partidos Comunista y Socialista, además de presidentes de federaciones de estudiantes, sindicalistas y profesores universitarios. En esos operativos, era él quien dirigía a los cabos a su cargo. También, cuando la orden así lo indicaba, era capaz de disparar su fusil sin negarse o dudar. Para cuando comenzó a trabajar para la CNI, ya cargaba con su apodo. Seguramente, el ascenso se debió a su eficacia militar y al hecho de que en el ejército era difícil que un uniformado sin buen apellido o contactos importantes, por muchos méritos que tuviera, pudiera pasar de suboficial a oficial. Transferirlo a la Central Nacional de Informaciones, cambiarle los jefes y ponerlo a seguir órdenes por debajo del radar público solía ser un buen método a usar con aquellos que se lo merecían. Lo que Ramiro no sabía era el verdadero motivo de que lo llamaran "El Cóndor", aunque suponía que el hecho de que dicha ave comiera carroña tenía algo que ver. Eso sí, le parecía un título muy imponente para un simple ex sargento. 

Su mente tampoco le permitía olvidar que la posibilidad de que el tal Cóndor no tuviera ninguna relación con Seguel era innegable hasta demostrar lo contrario. El instinto, por otro lado, lo hacía volver una y otra las palabras redactadas en una máquina de escribir por alguno de los compañeros de Mariana, quizás por el mismo Daniel. Especialmente una parte: "Las víctimas que El Cóndor asesinó durante su periodo en la CNI solían ser encontradas en el interior de autos abandonados, con un solo disparo en la cabeza.". Si eso se sumaba al hecho de que desde 1981 se le había perdido el rastro, el expediente se transformaba en el más prometedor de todos. 

Ramiro se hizo un esquema en la mente: Héctor Seguel, que durante los primeros años había secuestrado y probablemente torturado a hombres y mujeres como el padre de Mariana Duarte, luego había sido trasladado a la CNI para que sus talentos pudieran ser usados de mejor forma. Su trabajo en esta había durado hasta que un empleador que probablemente pagaba mejor le había ofrecido elevar sus condiciones otra vez, ahora en el ámbito privado. Ese nueve jefe se llamaba Salvador Mackena y, si no se equivocaba, todas las flechas apuntaban a que había sido Seguel, alias "El Cóndor", el encargado de matar a Daniel Martínez, el hombre con quien todo había vuelto a comenzar. 

El siguiente paso era seguir esa pista y luego, si esta lo llevaba a buen puerto, averiguar cómo se acababa con un tipo de esa calaña. ¿Sería más difícil que con Durán? Ramiro estaba seguro que sí. 



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—Recuerde: no tiene que moverse con brusquedad, mucho menos hacer fuerza con el brazo izquierdo. También tomar bastante agua y comer bien. —Ernesto, con una expresión de duda, volvió a estudiar a Hugo de arriba abajo mientras este se abotonaba la camisa con expresión de alegría—. No sea porfiado. Si no me hace caso va a tener que irse a un hospital. Yo no debería dejarlo ir tan rápido, pero es que tampoco tengo acá las condiciones...

Cadáver sin nombre (Saga de los Seres Abisales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora