CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

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—Déjame ver si te entiendo, Ramiro. —Hugo apoyó el codo en su mesa, y apuntó con el dedo a su amigo, a quien casi a la fuerza tenía ahora comiendo un plato de arroz con vienesas—. Planeas... bueno, tú y Mariana planean seguir quemándole locales a Mackena no solo porque son un par de locos, sino porque eso puede ayudar a Lagos con su investigación. 

Ramiro tragó la comida que acababa de llevarse a la boca. Luego bebió un poco de agua. 

—Sí. 

Hugo esperó que dijera algo más, pero el joven volvió a concentrarse en la comida. 

—Explícame un poco más, idiota. 

—Ya escuchaste al fiscal. Él solito conectó lo del primer incendio con una de las propiedades del suegro de Mackena. Y lo más probable es que nuestro siguiente objetivo también esté en esa lista que tiene. 

—O sea que tú sabías lo del suegro de Mackena. 

—No tenía idea. 

—¿Entonces?

Ramiro dejó el tenedor junto al plato, al tiempo que suspiraba. Buscó en el bolsillo de su pantalón los cigarros y encendió uno. 

—De verdad, no sé cómo puedes comer y fumar al mismo tiempo. Es asqueroso. 

—No planeo comer más. 

Hugo quiso insistir, pero la curiosidad venció a su instinto paternal. 

—Explícame. 

—Lagos llegó al mismo punto que nosotros, solo que por un camino diferente. Mariana y los suyos descubrieron los locales de Mackena estudiando sus movimientos. Lagos lo hizo rebuscando entre los platos sucios de su familia. 

—Ya, pero qué puede hacer Lagos con esa información. 

—Nada, en principio. Pero si cosas extrañas ocurren con los edificios...

—Como un incendio, por ejemplo. 

—Por ejemplo. Y si dichos incendios o los negocios que se llevan a cabo en esos lugares se pueden conectar de alguna forma con Mackena, entonces la cosa cambia. Si Lagos descubre cualquier cosa extraña, puede abrir una investigación. ¿Entiendes ahora?

—Sí... —Hugo se inclinó hacia atrás en la silla, frunciendo el ceño brevemente a causa del dolor, gesto que no le pasó desapercibido a Ramiro—. Ahora él ya sabe dónde mirar. 

—Exacto. Un incendio aislado es una cosa, pero dos...

—Es un buen plan. 

—Mejor de lo que esperábamos —susurró Ramiro, lanzando el humo del cigarro hacia el techo—. Aunque no me sorprendería que Mariana haya sabido esto desde el principio. 

—Es una mujer... interesante. 

—Lo es. —Ramiro sintió la mirada de Hugo sobre él, así que lo enfrentó—. ¿Qué pasa?

—¿Confías en ella?

—Claro que sí. 

—Nunca te había visto confiar tan rápido en alguien. Es... raro viniendo de ti. 

—Me ha demostrado que puedo hacerlo. Además, no hace esto solo por nosotros, ni siquiera lo hacía solo por Daniel. Tiene sus propios intereses en todo esto. 

Hugo meditó un momento antes de hablar. 

—¿Venganza?

—Venganza. 

—Nunca pensé que me vería envuelto en algo así...

Al escuchar a su amigo, Ramiro sonrió. 

Cadáver sin nombre (Saga de los Seres Abisales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora