CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE

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Cuando Frank entró de nuevo al hospital, Vicente y Manuel volvían a estar con el resto del grupo. El fiscal ahora hablaba con Hugo en su oficina improvisada cerca de las ventanas  que daban a un patio del recinto. Mientras se aproximaba a Vicente, Ramiro y los niños, se dio cuenta que Manuel se removía inquieto en el puesto, mirando sin descanso hacia la puerta del pasillo de Urgencias. Seguramente ya sabía que el estado de Mariana no había sufrido ningún cambio importante durante la noche, ni para bien ni para mal. Seguramente estaba empezando a comprender que ese día también sería una sesión de espera. 

Miró a Vicente y Ramiro, que estaban parados uno al lado del otro, como venían haciendo todo desde esa mañana. No sabía cómo había sido el reencuentro entre ambos; Vicente solo había dicho escuetamente que al llegar a su departamento, Ramiro estaba allí, esperándolo. No eran de su incumbencia los detalles, lo importante era que estaban juntos. Lucían cansados, sus expresiones transmitían preocupación por lo que estaba pasando, pero estaban juntos. Al menos, los últimos acontecimientos habían servido para eso. 

Cuando estaba a un par de pasos, sintió la mirada de Gabriela fija en su rostro. Tuvo que esconder su nerviosismo y seguir adelante. Como siempre, escondió las manos en los bolsillos, para así darle más firmeza a sus pasos. Aún así, no pudo evitar pensar que la niña sabía lo que estaba pensando, planeando. 

Sus ojos le dijeron que ya intuía que se preparaba para mandarla lejos de sí mismo. 

—Está interrogando a Hugo —le dijo Vicente cuando llegó junto a él—. Alcanzó a ver a los atacantes, incluido al que estaba herido y desapareció. —Frank asintió—. ¿Cómo te fue con tu llamada?

—Bien. —El joven lo miró como si aquella respuesta no fuera suficiente, pero él desvió la mirada y cambió de tema—. Me gustaría hablar con el fiscal también. Dado lo que está haciendo, no me parece mala idea decirle lo que Andrés y yo planeamos escribir. 

Vicente y Ramiro se miraron un segundo antes de mover sus cabezas en un gesto afirmativo. 

—¿Ya sabes a quién entrevistarás a continuación? —preguntó el segundo en voz baja. 

—Sí. A Martín Ugarte. 

No le pasó desapercibido la manera en que el semblante del ex detective perdía algo de color. Tampoco pasó desapercibido para Vicente. A un par de pasos de distancia, Gabriela y Manuel conversaban o simulaban conversar. 

—Lo encontraste...

—Mariana lo encontró. Me dio su dirección antes de... De lo que pasó. Se ofreció a acompañarme...

—No puedes ir solo —dijo Vicente. Con las manos en los bolsillos de su abrigo, lució por un instante mayor de lo que era—. No es bueno que ninguno de nosotros ande solo...

—¿Cuándo planeas ir a verlo?

—Lo más pronto posible —le respondió Frank a Ramiro—. El lunes, ojalá. 

El joven se giró para mirar a Vicente con una expresión en que la no había de su habitual frialdad. 

—Podemos ir a declarar a Fiscalía... ir con Hugo. Y luego acompañar a Frank. 

—¿Estás seguro que quieres estar ahí cuando...?

—No es necesario que entre —lo interrumpió Frank—. Ninguno de ustedes. En casos así, entre menos intrusivo sea todo, mejor. Si quieren acompañarme, y en realidad agradecería que lo hicieran, lo mejor es que se queden afuera. 

—Entonces quedamos en eso... 

Frank hizo vagar la vista hasta posarla de nuevo en Gabriela y Manuel. Desde lo ocurrido con Mariana, la niña intentaba no separarse del muchacho, a quien observaba con atención cada pocos minutos, como si quisiera comprobar si estaba bien. De solo pensar que pronto tendrían que separarse por un tiempo indefinido, aumentó la presión del nudo que sentía en el estómago. 

Cadáver sin nombre (Saga de los Seres Abisales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora