CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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Ramiro y Hugo estaban sentados dentro del auto. Aunque en el caso del primero la palabra "sentado" no describía del todo su postura. Esta era más bien un punto medio entre estar hecho un ovillo y ser capaz en cualquier momento de saltar de la silla y del interior del auto. Hugo mantenía su mano sobre el hombro de su amigo, con el rostro petrificado en una expresión pensativa y furiosa. Ninguno de los dos vio a Manuel al principio. Solo notaron su presencia cuando este se paró junto a la ventanilla de Ramiro. Antes de ir hacia el asiento trasero y entrar al vehículo, el muchacho pudo ver los ojos enrojecidos del ex detective. 

Cuando estuvo sentado, tragó saliva. Hugo ya lo miraba, pero Ramiro no parecía ser capaz de girarse hacia él. 

—Lo golpearon... —dijo Manuel. Durante todo el camino desde el la puerta del hospital hasta el auto se había repetido que no podía seguir llorando, ni temblando, ni mostrando su miedo de ninguna forma. Hacerlo no tenía ningún sentido. Así que su voz le sonó extraña, ajena. Parecía la voz de un Manuel que debería haber tardado años en conocer—. Lo golpearon mucho, pero se está recuperando. 

—¿Está en la UCI? 

Hugo apretó los labios cuando el muchacho asintió. 

—El papá está moviendo hilos para sacarlo de este hospital, pero creo que no van a poder... Un doctor a cargo se negó o algo así. Entonces sí lo van a trasladar a una pieza para él solo. 

—¿Está despierto?

—No. 

—¿Dijeron cuándo podía despertar?

—No saben. Está con... con esos tubos para respirar. 

Se hizo el silencio. Hugo solo se atrevía a mirar de reojo a Ramiro, de quien Manuel solo veía la parte más alta de su cabeza y un poco del brazo izquierdo. De pronto tuvo el impulso de tocarlo para que el hombre se girara y así poder decirle que todo iba a estar bien. Pero no lo hizo. No supo qué le costaba más, si intentar un gesto de cercanía con él o decir algo delo que no podía estar seguro. 

—Quiero irme a mi casa... —murmuró—. No me siento muy bien. 

—Te vamos a dejar. 

—No —dijeron al mismo tiempo Manuel y Ramiro. Este último, tras unos segundos, continuó—. No me puedo mover de acá. 

Manuel cerró los ojos, creyendo que así evitaría dar el mensaje con el que los Santander lo habían enviado de regreso. Pero ese tipo de cosas no se evitan, solo se retrasan. 

—Ellos... Ellos me dijeron que si vuelve a intentar meterse a verlo, llamarán a Carabineros. Además, vienen sus otros hermanos en camino. 

—No me importa. 

—Pero a mí sí. —Hugo lo observó con curiosidad, pero el muchacho tenía la vista clavada en el asiento de Ramiro—. Lo necesito aquí, no en una comisaría. 

El ex detective cambió de postura en la silla, apoyándose en la ventanilla, desde la cual podía ver la puerta del hospital a la distancia. Su anhelo por Vicente pareció convertirse en un gas más pesado que el aire en el interior del auto. Manuel lo reconoció porque era la misma sensación que invadía la oficina cuando su jefe lo esperaba sin descanso tres meses atrás. 

—Me voy. Volveré mañana temprano. —Antes de abrir la puerta, cruzó una mirada con Hugo. Este, tras unos segundos, asintió—. Chao. 

Nada más salir del auto, Manuel respiró hondo. Todo tenía un color extraño en el exterior, un tono diferente. No sabía si irse a su casa o vagar por Independencia y luego por el centro de Santiago hasta que el cansancio le ganara. De momento solo caminó, poniendo un pie frente al otro sin saber cuál era el destino, cuál era el sentido de todo eso. Avanzó dos cuadras sin despegar la mirada del piso, aunque no veía nada en realidad. De pronto se detuvo en una esquina, aturdido porque alguien lo había golpeado en el hombro. Levantó la cabeza, confuso, y al otro lado de la calle, esperando que el semáforo cambiar de rojo al verde, estaba Mariana Duarte. La joven lo observaba con una expresión de pesadumbre que Manuel no pudo soportar. Para cuando por fin pudieron encontrarse en el centro de la calle, él lloraba y ella, sin pensarlo siquiera, lo abrazó para consolarlo. 

Cadáver sin nombre (Saga de los Seres Abisales II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora