La mañana siguiente desperté, Julieta estaba al otro extremo de la cama, aún dormía, se veía en calma.
Ese día Julieta durmió más de doce horas, para cuando despertó ya le tenía preparado su vestido nuevo, y con eso un pantalón y una camiseta de algodón.
Sentada en una banqueta de la cocina, observaba como preparaba el desayuno.
-¿Esto va a ser muy seguido?-. Preguntó.
-Siempre que tú lo provoques- le dije.
Cuántas veces fue suficiente tenerla entre mis brazos, sentir su figura como se refugiaba en mi pecho, tan solo sentirla cerca bastaba para saber que valía la pena vivir.
Se me retorcían las entrañas del miedo a que sucediera otra vez, a que como Abigaíl, Julieta se alejara, porque nunca fuimos a esos sitios que planeamos, jamás completamos nuestro tour por todas las iglesias del centro histórico.
Siempre nos limitamos al parque y a uno que otro café, mientras ella con sus manías de siempre cortar una flor y llenar de historias mis tardes, hacía que yo me perdiera como siempre en su mundo, en ese espacio Julieta, donde unas manos delgadas me acariciaban el cabello y unos labios pintados de cualquier color poco común me cantaban cualquier cosa. En ese mundo sólo éramos tres, Julieta, la naturaleza y yo.
Total que las iglesias del centro aún nos esperan, porque sé que hasta un monumento antiguo desearía tener cerca a Julieta, con sus vestidos, con su pelo naranja y sus labios de rosa.
En trescientos años nadie va a romper el suelo con sus pasos como lo haría Julieta, sé lo que se siente, porque he visto parques rendirse ante ella.
Yo no iba a permitir que se alejara.
Esta vez no era sólo sexo, pero las marcas del pecado estaban dibujadas en su piel, por protocolo no iba a preguntar si estaba a gusto, pero el amor llega en varias presentaciones.
Yo lo tenía en frente, después de tanto no lo iba a dejar escapar.
Quizás estoy juzgando mal, posiblemente esto no sea amor, pero me sentía vulnerable y cuando esa sensación aparece es lo más cercano al amor que se puede experimentar.
Tal vez el amor era yo escribiendo el poema quince de Neruda en su espalda desnuda con un lápiz de ojos negro.
Recuerdo esa noche, habíamos pasado a comprar unas cervezas, salchichas y pan para hacer hot dogs.
Nos reíamos como locos, preparamos sólo dos salchichas, y pasamos de la cocina a la cama, las cervezas subían nuestro nivel de alegría y nos causaba carcajadas incluso escuchar los muelles de la cama del vecino en el departamento contiguo, sentados con las piernas cruzadas, las cortinas de las ventanas abiertas nos regalaban la vista a la montaña con su color verdoso y la capilla de la cumbre.
Hasta que la besé, terminamos con el colchón en el piso, ella en mi pecho y la ropa por cualquier lado.
No tengo claro lo que lo define, pero creo que es tan imaginable que cualquiera puede sentirlo a su modo.
Tal vez para Julieta el amor es recuperar a Santiago, volver a escucharlo, verlo correr, cuidarlo.
Definitivamente no quiero que se vaya, porque si ella regresara a Montevideo, Quito se me caería encima, las calles, el camino hacía el parque, el boulevard no sería lo mismo sin sus pasos, sin su presencia.
"La distancia corroe cualquier amor", eso dicen, la verdad es que no estoy del todo de acuerdo, pero no es lo mismo.
Hay ciudades con millones de habitantes que se vacían sólo con la ausencia de uno.
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DESNUDO (En proceso)
RomansaLautaro, es un chico moralista que tiene un sueño erótico con Abigaíl, la ex de su mejor amigo. El universo conspira para que se encuentre con ella en una situación que lo hará dudar de la lealtad hacia su amigo Martín, y hará que deje su moralismo...