Parte de mi venganza estaba lista, catorce azotes, por las gotas de vela en mi espalda y por los azotes con la maldita tablilla con la que golpeó cada una, pero ahora era el turno de su señor, él tenía que darle placer por soportar mi castigo.
Me senté en un sillón de cuero frente a Abigaíl, para observar el espectáculo.
Martín se acercó por detrás y besó su espalda mientras con su mano derecha tocaba con delicadeza su clítoris que estaba empapado, se arrodilló ante ella y separando sus labios con los dedos dejó a la vista la pequeña bolita colorada y pasó su lengua haciendo que Abigaíl soltara leves gemidos, siguió lamiéndola e introdujo su dedo índice y el que le seguía que no es el pulgar.
Tocaba hacia el cielo de su vagina haciéndola retorcerse, sin dejar de lamerla y con más velocidad hacía que ella gritara de placer dejando venir un orgasmo, sus piernas comenzaban a temblar y apenas ésto empezaba.
Él escupió su entrada para masturbar unos segundos más, mezclando los jugos de ella con su saliva.
Martín se puso de pié y tomó un vibrador de diecisiete centímetros, sin encenderlo pasó la punta por su zanja de arriba a abajo, luego lo introdujo y ella lo expulsaba apretando su pelvis, la próxima vez adentro, lo encendió y con una pequeña cuerda le dió varias vueltas alrededor de la cadera, luego pasando la cuerda entre sus piernas, viniendo de ambos extremos, hizo parecer a una tanga el amarre. Ahí quedó el aparato vibrando, condenado dentro del altar.
Apenas Martín se alejaba para coger una mordaza, otro orgasmo con un gemido intenso aparecería entre las piernas de la fiera que ahora estaba domada. Mordiendo suavemente sus hombros, él le colocó la mordaza de cuero con una bola roja para su boca.
Sacando su venosa vara, la tomo con su mano derecha y la miró como quien detalla una piedra preciosa, verdaderamente su miembro de dimensiones impresionantes se dejaba apreciar con simpatía.
Estando detrás de ella, mordió sus caderas y untó saliva en la entrada a Sodoma, mientras masturbaba su cilindro, introducía un dedo pulgar como antesala, luego acarició la entrada con su glande y fue adentrándose poco a poco hasta que estuvo más de la mitad dentro, entraba y salía con mucha furia, Abigaíl no dejaba de gritar de placer, pero la mordaza impedía que esos gritos salieran del todo.
Martín no bajaba su intensidad, azotaba con sus manos las nalgas de la ensartada.
—¡Aquí viene, Lissa, prepara tu hoyo, adorable puta! ¡AQUÍ VIENE!— gritaba Martín con sus ojos a punto de salir de sus cuencas, y ésta vez un orgasmo anal llenaba de regocijo los sentidos de ambos.
Martín, aún sin separarse del túnel, me pidió acercarme haciéndome una seña con la cabeza, tomó mi mano y la puso en el seno derecho de ella, levantó su cabeza en señal de impresión y en ese momento Martín liberaba sus ojos del vendaje.
Cuando me miró, al principio su cara de confusión fue clara, pero a los pocos segundos una sonrisa se dibujaba en su rostro, me miraba tan segura, haciéndome sentir como que el que estaba atado y amordazado era yo. No aceptaba que me aterrara tenerla tan cerca y aún estando atada sentía que podía hacerme algo que me torturara, así que el siguiente paso serían las pinzas con bolitas de plomo para sus pezones.
Martín quitó la mordaza de su boca, seguía con esa macabra sonrisa, puse la primera pinza en su pezón derecho, cerró los ojos y la boca en un confuso gesto entre placer y dolor, enseguida coloqué la otra pinza, con una fusta corta en mi mano, el resto se contaba solo.
—Veamos quien ríe ahora, zorra— le dije muy cerca de la cara.
—Siempre tan ingenuo, Lauti— respondió con una carcajada.
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DESNUDO (En proceso)
RomantikLautaro, es un chico moralista que tiene un sueño erótico con Abigaíl, la ex de su mejor amigo. El universo conspira para que se encuentre con ella en una situación que lo hará dudar de la lealtad hacia su amigo Martín, y hará que deje su moralismo...