Capítulo 1

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Me encontré desnudo en uno de esos lugares en los que nunca vas a regresar, me parecía conocido, no sabía si era un lugar que concurría en mi infancia, o tal vez era solo un lugar que mi cerebro había creado.

Nunca había saboreado un desamparo tal, pero recordé que no estaba tan solo al final de todo, que estaba él, el mismo de la secundaria, el que me esperaba a la salida del colegio para irnos a casa, él es de esos tipos que te enderezan las ideas cuando dudas sobre algo, no dudé en llamarlo. Sus palabras me dieron la calma que sentí cuando escuché en algún momento de mi vida -que ahora mismo no recuerdo exacto- el opus nueve de Chopin. 

Estaba en camino a mi encuentro.

Mi destino era un maldito sádico que me esperaba a la entrada de un edificio que no recuerdo haber visto cuando aparecí aquí, le hubiera perdonado que no permitiera que me contestaran la llamada salvadora que había hecho hace dos minutos, pero su sadismo no era saciable, apareció esa mujer que no debía estar ahí ni de casualidad, pero, ¿por qué iba a rechazar la manta con la que ella me arropó para protegerme del frío si era justo lo que necesitaba en ese preciso instante?, una manta o cualquier cosa que cubriera mi vergüenza.

—No puedes quedarte aquí afuera, entra a mi casa— dijo, mientras me apretaba los hombros de manera sutilmente sexual.

—Espero a Martín, lo llamé y me dijo que ya venía con ropa para mí— respondí de manera evasiva.

Mis principios no me iban a permitir entrar sabiendo cuáles eran sus intenciones, también sabiendo que ella formó parte importante de la vida de Martín, y yo que llamaba principios a mi lealtad, la misma que no me permitía entrar a su casa.

—Entra, puedes esperarlo aquí adentro, hace menos frío— insistió.

—Está bien— accedí.

Mi cuerpo desnudo ya no podía soportar los 2 grados de temperatura que se metían en mis huesos como cuando un trocito de madera se incrusta en una uña o como cuando apreté alguna vez una de esas flores con espinas y me pinché sin percatarme.

Al entrar me senté en una banqueta de madera, fue lo primero que vi, tampoco quería adentrarme mucho.

Me preparó una taza de té, estaba muy caliente y mi cuerpo muy frío, la apuré, me calentó un poco, fue como meterme en una bañera con agua caliente. Justamente una bañera que comenzó a llenar en su baño, se acercó por mi espalda y me masajeó el cuello, era algo que yo no podía permitir.

Me di la vuelta levantándome de un salto y la miré, estaba desnuda, nunca imaginé siquiera como podía verse su piel descubierta, esta vez ella había plantado su cuerpo en ofrenda hacia mí.

—Creo que te sentaría bien un baño de agua caliente— me dijo con una media sonrisa.

—No, Abigail. Nada de eso va a suceder, esperaré a Martín aquí— reviré.

—Si no eres capaz de satisfacer a una mujer, vete— dijo en tono de chantaje.

Levanté la mirada y caminé hacia la puerta, era una de esas puertas de madera con mango redondo, mientras caminaba pensé que irme sería volver al frío despiadado de afuera, Martín no aparecía y yo no quería más frío, pero también pensé que podía esperar sin cumplir lo que ella quería, siempre he sido muy político y traté de convencerla de que no estaba bien que mi sexo se acercara siquiera al suyo que esperaba mojado que yo entrara en él.

—Te pido de favor que no insistas con eso que me pides, sabes que no puedo traicionar a Martín de esa manera— le dije mientras me sentaba en el sillón.

Un sillón de una tela muy suave y que era bastante cómodo y cálido, o tal vez era solo un sillón y mi necesidad de calentarme lo hacía ver cómo el sillón de los dioses. 

—El frío te está volviendo loco, Lautaro— dije en mi mente mientras apretaba los labios para no sonreír.

DESNUDO (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora