IX

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Alia

En medio de aquel salón me di cuenta de dos cosas, la primera era que Silas estaba dispuesto a todo por mí al igual que su familia por él y al segunda, es que estaba en el centro de todo aquel mundo del cual andaba a ciegas dando tumbos sin sentido, sin embargo, sentía como la familia de Silas me analizaban con detalles, desde mis movimientos, pablaras e incluso sentía que podrían llegar a hurgar entre mis pensamientos y recuerdos con aquellas miradas que me dedicaban.

Esbocé una sonrisa relajándome mientras tomaba la mano de Silas para reconfortarme, él se había convertido aquí en mi ancla, lo que me mantenía consciente y me daba fuerzas a pesar de que quería salir corriendo y esconderme.

...Despues de todo, he aprendido que la incomodidad es algo a lo que jamás te terminas de acostumbrar, estando o no con todos tus sentidos en completo funcionamiento.

El primero de los hermanos Di caprio se acercó a mí extendiendo una mano esbozando una sonrisa – Mucho gusto, Alia. Yo soy Adrián – murmuró con una confianza sobrecogedora dando una paso hacia atrás.

Su voz era gruesa como la de Silas, se parecían mucho físicamente, sin embargo, Adrián era más bajo y corpulento, pudiéndose delimitar como sus músculos se definen con el traje de marca azul rey que usaba.

El siguiente que se acercó a mí fue Stefan, quien con una mirada coqueta y sonrisa divertida me hizo un gesto de saludo con la cabeza que me hizo reír. El por su parte a pesar de que tuviera la edad de mi hermana era igual de alto a Silas y era delgado pero manteniendo una musculatura, sus ojos eran azules como los de su madre mientras tenía el cabello oscuro haciendo que su mirada resaltara de una forma hipnotizante, al igual que su sonrisa perlada.

Luego fue el turno de Maia, la segunda mayor de los hermanos, ella irradiaba energía y elegancia como su madre. Era de cabello más castaño pero completamente liso hasta la cadera, tenía los ojos azules pero más oscuros que los de Stefan, mientras que los de él parecían aguas cristalinas, los de Maia parecían del color de una mar profundo, era delgada pero con curvas que resaltaba con su forma de vestir y a la hora de caminar con una gran confianza y seguridad de sí misma.

Ella por su parte me abrazó tiernamente casi como si fuera su hermana, me sonrió y asintió a Silas revolviéndole el cabello. Sonreí fijándome en que viéndolos a todos, se parecían en muchas cosas y lo mejor de cada uno, los complementaban mutuamente.

- Vale, yo creo que mejor vamos a descansar... - comentó Silas a mi lado viendo a sus padres que asintieron – Alia no ha podido descansar bien este último mes

Anastasia se acercó a nosotros – Por supuesto, cariño. Descansen y los esperamos a la hora de la cena – me abrazó mirándome fijamente con sus ojos azules.

Asentí despidiéndome de todos en el salón y subimos a la segunda planta donde durante todo el camino a la habitación, pasaron varias chicas casi de mi edad o un poco más mayores con un uniforme de empleada.

- ¿Por qué hay tantas chicas de servicio? – pregunté mientras girábamos a la izquierda llegando a una puerta blanca y Silas se giró a verme.

- Una sola chica no puede con esta casa ¿no lo crees? – enarcó las cejas mirándome divertido y asentí.

- Perdona, aun no me acostumbro a casas tan... - tomé una respiración y lo miré fijamente – grandes. Mi casa no es ni la cuarta parte de esta.

Observé todo con detenimiento y Silas tomó mi rostro entre sus manos – Si te sientes intimidada, no te preocupes. Nos podemos ir a una casa más pequeña de tu agrado.

Negué tomando sus manos – Para nada, aquí está tu familia, no quiero alejarte de ellos. Ya me acostumbraré – lo tranquilicé obligando a mi mente a que también se calme.

Mírame - #2 - Trilogía SentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora