Alia
Las luces centelleaban. La fila de autos era infinita y poco a poco se fue llenando la mansión mientras mi corazón martilleaba incesante.
El momento había llegado...
La luz de la luna brillaba y casi podía sentir como se acercaba para poder tocarla, a su lado las estrellas tiritaban brillantes cual diamante y podía sentir que era la primera vez desde que volví a ver, en que me observé detenidamente en un espejo.
Vestía un fino vestido purpura de la época victoriana que resaltaba mi color de piel pálida, me habían peinado y maquillado con rizos que caían por mi espada, dorados, miel y castaños claros con un semirecogido que acentuaba mi clavícula, dejándola al desnudo. Al ver mis ojos negros, recordé a mi padre, los había heredado de él y contuve la respiración cuando vi a Silas entrar con un traje negro a su medida y un pañuelo a modo de corbata antigua, del mismo color de mi vestido.
Lo observé por el espejo, esbozando una sonrisa mientras él me analizaba con admiración y amor, que creí que no sería capaz de volver a respirar por si sola.
Poco a poco, se acercó con una caja de terciopelo en sus manos. Me miró a los ojos fijamente – Eres... - suspiró rodeando mi cintura – perfecta, simplemente Alia.
Me giré rodeando su cuello viéndole – Y tú eres perfecto, amor – murmuré depositando un suave beso en los labios que por un momento pareció la caricia de una flor.
Acunó mi mejilla con su mano acariciándola con delicadeza, me permití ese suave contacto cerrando los ojos, dejándome inundar de la cómoda y tan conocida oscuridad besando su palma, encapsulando este momento en mi memoria.
Finalmente abrí los ojos – Te amo... - me calló con un beso mientras negaba
- No lo hagas, amor – unió nuestras frentes cerrando los ojos
- ¿El qué? – lo miré
Abrió los ojos desatándose una tormenta en ellos.
- No te despidas aun de mí. Te amo, pero no lo digas como si jamás volviéramos a vernos – musitó abrazándome.
Recibí su abrazo conteniendo las lágrimas. Esto realmente era una despedida, pero aguardé y preferí callar. Ambos estuvimos en silencio por varios minutos que parecieron toda una vida apenas rozándose nuestras frentes y solo podía contener las lágrimas.
Era lo correcto, quería convencerme de ello, pero a pesar de ello, una fuerte punzada se apoderaba de mi corazón diciéndome lo contrario.
Rápidamente Silas se percató de la caja que tenía en las manos y la levantó dejándola a la altura de mi pecho.
- Pensé que podrías necesitarlo
Lo miré esbozando una sonrisa y tomé la caja respirando entrecortadamente. Al abrirla, un hermoso relicario apareció, tenía forma de corazón en oro que era formado por dos alas unidas y en el centro yacía incrustado un Rubí.
- Es perfecto... - contuve las ganas de lanzarme a besarlo y solo me quedé paralizada observando su belleza – No tenías porque...
- Si debía, amor. Es para que siempre nos tengas cerca, sin importar que.
Lo abrí con delicadeza temiendo romperlo y apareció una primera foto de mi familia un día en la terraza antes de que llevaran a mis padres. Abrí la segunda hoja y apareció una foto de Silas y yo el día que salimos a comer con sus amigos. Teníamos las frentes unidas abrazados y de fondo aparecía el cielo azul despejado en contraste con nosotros que vestíamos de negro, exceptuando mi chaqueta de cuero roja.
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Mírame - #2 - Trilogía Sentidos
RomanceTodos tenemos sueños. Unos sueñan con una vida mejor, otros con tener mucho más de lo que ya tienen porque no conocen el límite entre soñar y obsesionarse. Yo tuve muchos sueños, pero ahora... Mi sueño era muy simple. Mi sueño era escapar... o morir...