Capítulo 13

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— No me lo puedo creer —dijo Cheryl casi a voz en grito sin importar que estuviese con el teléfono pegado a la oreja.

Había tenido que cancelar su cita conmigo porque llevaba días sin pasar una noche a solas con Trevor, pero eso no impedía que pudiésemos tener una conversación por teléfono antes de que él llegase de trabajar. Llegaba más tarde que nosotras porque en la tienda en la que trabajaba debía hacer inventario. Tenían un horario más intenso, pero le permitía las noches libres y, de vez en cuando, se daban un capricho más romántico estando solos un tiempo que buena falta podía hacerles a unos enamorados como ellos dos.

— Pues sí que es un cabronazo. Nos engañó bien. Recuerdo que Tre y yo pensamos que estaba interesado en ti por cómo se había portado —lo dijo con tanta naturalidad que a mí se me cayó la mandíbula al suelo.

— Me tomas el pelo. ¿Interesado en mí? ¿En serio? No os lo creéis ni vosotros.

— ¡Sí! A ver, piensa un momento. No es muy normal todo lo que hizo por su empleada. ¡Ojalá mis jefes se rascasen el bolsillo por mí! Tengo suerte si me tratan de manera amable cuando me equivoco según ellos. El poder se les sube a la cabeza aunque puedo entender que lo hacen por el bien de su empresa y blablabla —me la imaginé gesticulando con la mano derecha como si estuviese espantando el aire o alguna idea. Era una costumbre que teníamos varios, pero en ella conocía a la perfección la expresión en particular.

— Ya, pero no por ser amable...

— Es que iba por algo más que ser amable, Greta. Uno no está pendiente de alguien si no le interesa ni lo más mínimo y ese hombre no te quitaba los ojos de encima. Tenía una manera de fijarse en ti diferente a como miraba al resto. Sí, es un hombre intenso, pero... que no, que no era igual contigo que con los demás —aseveró de manera tajante logrando que supiese que no había nada ni nadie que le hiciese cambiar de posición al respecto.

— Pues ya ves que estabas equivocada porque antes de salir de la oficina se estaba dando el lote con su nueva secretaria.

El silencio al otro lado de la línea me puso más nerviosa de lo que ya podía estarlo por esa absurda idea de que mi jefe quisiese tener algo conmigo más allá de una buena relación laboral. En fin, ¿en qué cabeza cabía?

— Será que estaba equivocada, sí.

El resto de la conversación fue mucho más corto y ameno también porque no incluían a Arthur McCallister como motor de la misma. Me estuvo contando que Trevor parecía esconderla algo y que tenía hechas algunas ilusiones con un posible comienzo de una nueva fase. Vivían juntos así que había pocos pasos que dar y sin duda estaba claro que el matrimonio la asustaba de la misma manera que la ilusionaba.

— Ha llegado ya... ¡Nos hablamos, preciosa!

Colgamos ambas porque sabía que no me daría tiempo de despedirme y me dejé caer en el sofá intentando relajarme. No había grandes cosas que lograsen mi destensión muscular y menos aún la falta de estrés en todo mi organismo. A menudo, pensaba que estaba echa de chispas y que a ratos cogían la suficiente carga eléctrica para moverse por todo mi cuerpo tensándolo hasta límites insospechados. Cuando conseguían perder fuerza, podía notar cierto alivio en mi cuerpo y aunque mil veces lo había intentado, inflarme a comer solo era el método placebo para hacerme creer que desaparecería el malestar en algún momento. La consecuencia de no tratar mis preocupaciones como se merecían se reducía a aquellos momentos de extrema rigidez muscular.

Pensar en Arthur lograba molestarme a niveles que no había creído posibles en la vida y ahora, mis deseos eran mucho más simples. Mi jefe me excitaba en cierta forma, despertando un anhelo en mí que ahora era más cercano al odio por saber que una mujer como yo no podría acceder a lo que otras con unas medidas más perfectas parecían tener fácil conseguir.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora