Capítulo 44

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Veinte minutos después, Cheryl estaba sentada delante de mí en la oficina. Se había encargado de traerse su propia comida y la mía se enfriaba encima de mi mesa. Ambas nos mirábamos a ratos pues aún tenía la tarjeta entre sus dedos como si intentase atar todos los cabos de algo mucho más sencillo. Miró la tarjeta durante demasiado tiempo perdiendo por completo el color del rostro.

— ¿Ha intentado ponerse en contacto contigo de alguna otra manera? —preguntó dejando la nota sobre la mesa.

Negué creyendo que no se me había escapado nada. En fin, era difícil con todo lo que había pasado, pero serían señales mucho más claras, ¿no? No dudaría que hubiesen sido creadas por él y que me estuviese recordando su existencia de alguna manera desconocida. No había pasado nada en casa, no había recibido mensajes en mi número nuevo y ella no me había informado de ninguno en el anterior, aquel que se había quedado tiempo atrás.

— ¿Y en...?

Ella negó igual que si me leyese la mente.

— A ninguno de los dos. Al menos, él no. McCallister te ha amenazado con llevarte a los tribunales y Gabriel te ha llamado un par de veces. ¿No le diste tu número nuevo? —preguntó como si eso tuviese alguna importancia en ese momento.

— Sí. Puede que no quiera hablar conmigo sino contigo. Sabe que le tienes tú, pero eso me importa poco ahora.

— Más le vale no querer hablar conmigo si quiere poder tener descendencia en algún momento de su vida —repuso con todo el mal humor propio de ella.

— ¿Crees que debería llamar a la policía?

Cheryl se mordió el labio inferior pensativa antes de encogerse de hombros.

— ¿Crees que pueden hacer algo porque te manden unas flores? En fin, sí, la nota es una amenaza entre comillas, pero tampoco te dice que te va a descuartizar ni nada por el estilo. Es que... a ver, yo por mí te diría que fueses deprisa y corriendo, el problema es que a veces tienes que estar medio muerta para que la policía haga algo, ya sabes —rodó los ojos echando su cabeza hacia atrás.

Sabía a lo que se refería. Ambas habíamos llevado una tétrica cuenta de la cantidad de mujeres que habían sido asesinadas por sus exparejas desde que nos había impactado muchísimo una noticia de esa clase. Un hombre había lanzado ácido a su mujer y después, había quemado la casa con ella y los niños dentro. Siempre habíamos dicho, desde ese día, que no íbamos a confiar jamás en ningún hombre. Después, la vida nos había llevado por diferentes caminos. A Cheryl le había mostrado el amor con Tre y a mí me había hecho ver hasta qué punto el amor no es tan bonito como en las películas de Disney.

— Ya... supongo que no tiene mucho sentido ir con algo tan simple, ¿no? Tampoco es como si me estuviese diciendo que va a asesinarme o algo así. Sólo que no me voy a librar de él.

Asintió dándome la razón, observando una vez más aquella tarjeta que a mis ojos estaba escrita por el mismo demonio. Tenía miedo. No sabía hasta dónde podía llegar. ¿Qué podía quitarme? Me había quitado la dignidad y suponía que el trabajo era lo único que le quedaba. Puede que no descansase hasta que terminase pidiendo en la calle o algo parecido. La sola idea me aterraba. No había nada de malo, pero jamás había tenido que estar viviendo en la calle sin dinero para nada. Era uno de los mayores temores de cualquiera que terminase hipotecándose.

Me apoyé en el respaldo de la silla mirando por el ventanal que tenía a mi derecha. Podía ver el flujo del tráfico en una ciudad como aquella que no parecía dormir jamás. La vida continuaba me ocurriese lo que me ocurriese. Eso era algo que había aprendido a la fuerza muchos años antes y que no sabía si tenía ganas de seguir experimentando. ¿Por qué parecían las vidas de todos mucho más sencillas?

— Aún no sé qué he hecho.

— No creo que vayas a saberlo si no terminas por enfrentar a ese idiota algún día. Es que es el único que tiene las soluciones. No... hay lógica alguna que pueda decirnos la verdad de todo esto, Greta. Él verá el mundo a su manera y tendrá motivos que no tengan sentido para nosotras.

Pensé por unos instantes en lo que me dijo. ¿Podría enfrentarme a él? En la última conversación que habíamos tenido, Arthur había estado delante. Es más. Había sido más fuerte que nunca, pero había creído que todo se debía precisamente a eso, a que no estaba sola físicamente hablando aunque sí en el sentido de bandos.

Cualquier persona me lo desaconsejaría y probablemente Cheryl no me lo estuviese ofreciendo como una opción. Ella había hecho de intermediaria para que no pudiese encontrarme, para que ni uno solo de sus mensajes me llegase. Seguramente si le decía que eso pensaba hacer, que le enfrentaría para intentar entender, ella pondría el grito en el cielo. Eso tan solo podía hacerlo si lo tenía claro en algún momento, porque en ese mismo instante no. Lo único que sabía es que la prueba de que algo se estaba cociendo en su mente para lograr acabar con lo poco que quedase de mi autoestima.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora