Capítulo 12

1.5K 138 7
                                    

Me di cuenta de lo que había hecho cuando levantó las cejas. Si quería despedirme ahí tenía un motivo, pero se había comportado como un capullo así que no había podido contenerme, menos aún ahora que me había seguido logrando que no pudiese descansar de él ni un solo segundo.

— Vale, me lo merezco —dijo mientras tragaba lo que tenía en la boca.

— Eso es lo mínimo que te mereces —casi escupí las palabras con algunos trozos de rúcula que pude detener en mi boca.

— Tienes toda la razón. Probablemente un tortazo hubiese sido lo apropiado.

Me apoyé en el respaldo de la silla aprovechando que volvía a ser el hombre que había conocido en la fiesta.

— Yo me hubiese decantado más por una patada en las pelotas —respiré profundamente y cuando volví a fijar mi mirada en su rostro, tenía una sonrisa de oreja a oreja—. Está claro, eres bipolar o algo de eso, ¿verdad?

Rió negando antes de levantar su brazo para llamar al camarero que me había atendido.

— No te preocupes, he pedido media carta, puedes pagarlo todo y comer algún plato.

Intentaba bromear aunque en realidad buscaba alguna manera de soltarle latigazos que, indirectamente, le hiciesen daño. El problema es que no era demasiado buena manejando la cantidad de registros que tenían otras personas con mucho más recorrido en el mundo social. Las conversaciones en las que se soltaban zascas sin sentirse uno culpable de lo que había dicho siempre me parecían insultantes, pero ahora mismo les veía su beneficio.

— ¿Con hambre?

— Canina.

Su tono era tan suave que lograba ponerme de peor humor a medida que pasaban los minutos. ¿Realmente creía que yo podía hacer borrón y cuenta nueva como si no me hubiese tratado tan mal tan solo unas horas antes?

— Entonces, ¿puedo comer contigo?

— No.

— Sigues enfadada.

Rodé los ojos como si no fuese obvio por mi comportamiento.

— Tienes exactamente cinco minutos para contarme la mejor excusa de tu vida por la que me has tratado antes a patadas o las patadas te las daré yo.

Pude ver un rastro de malicia e incluso de deseo igual que el día anterior cuando me había retado, pero en aquella ocasión nada era como ayer y se lo hice saber manteniendo mi mejor expresión de bruja indomable.

— Me gusta medir el carácter de mis trabajadores. Quiero saber hasta dónde pueden llegar y cuánto pueden aguantar. Sé que no es lo más ortodoxo, pero...

— Una cosa es no ser ortodoxo y otra ser un capullo integral. Me has tratado como si fuese la persona más ignorante de la Tierra y aunque no me considero brillante, tampoco es como para tratarme así si meto la pata —me crucé de brazos y sin poder aguantar más el mal humor que me causaba comencé a comer una vez más.

— Sé que he sido un cretino, pero no puedes permitirme que sea un cretino. Por mucho que sea tu jefe no puedes aguantar toda la mierda que te caiga encima como si tuviese todo el derecho de pisotearte —se inclinó hacia delante manteniendo la intensidad de su mirada puesta en mí y canalizándola hasta el punto que podía sentir cómo todas mis terminaciones nerviosas se iban volviendo poco a poco de gelatina, siendo sus esclavas—. Ahora eres una vicepresidenta financiera, pero aunque fueses el último mono de esta oficina tienes derecho a ser tratada con dignidad. No pueden seguir pisoteándote y no puedes permitir que siga ocurriendo. Eres la primera que no pones límites.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora