Capítulo 18

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— Tenemos nuevo enemigo en el horizonte —declaré entrando en el despacho de Arthur olvidándome de llamar siquiera.

Puse los papeles sobre la mesa antes de observar su expresión. Sus cejas estaban elevadas sin creer lo que estaba pasando y el teléfono en su oreja indicaba que, probablemente, estaba teniendo una conversación importante. Fuese como fuese, la noticia que Gabriel había sacado, me parecía lo bastante grave como para ser considerada una emergencia.

Los ojos de mi jefe bajaron hasta los papeles y comenzó a leer la noticia. A medida que lo hacía podía ver la comprensión por lo que había hecho escrita en sus facciones.

— Disculpa, me ha surgido una urgencia que debo subsanar cuanto antes, te llamaré más tarde —colgó y levantó el papel como si aquello fuese nuevo para él—. ¿Desde cuándo lo sabes?

— Hay pocos detalles sobre el tema.

— Nuestra guerra económica con el país tampoco creo que nos vaya a ayudar mucho en todo esto. Lo más probable es que tengamos que pensar un plan de urgencia.

— Crees lo mismo que yo. Se va a extender.

— ¡Por supuesto que sí! —casi parecía un insulto dudarlo—. Sí, no soy un experto en la materia, pero ambos sabemos que la economía funciona de una manera bastante simple a ojos prácticos con estas situaciones: Si los grandes caen, todo se tambalea.

En eso tenía razón. Algo así había pasado cuando uno de los bancos más importantes del mundo metió al mundo en una crisis financiera de la que aún nos costaba recuperarnos a nosotros. Así que, había que trabajar con la premisa de que todo podía llegar a hundirse.

— Adelante —dijo la voz de McAllister cuando llamaron a la puerta.

— Señor, ha llegado su comida —informó la secretaria que el día anterior había estado tan pegada a él como su camisa.

— Pide otra más. La señorita Márquez tiene que trabajar conmigo...

— En realidad, amm... yo tengo planes para comer y por mucho que me quede la hora de la comida tenemos trabajo para rato, así que...

Muy despacio fue levantando la mirada hasta que me fulminó con aquellos ojos tan intensos que lograban romper todos los esquemas de cualquier ser que quisiese enfrentarse a ellos.

— ¿Tiene una cita?

— Eh... bueno, sí... algo... algo parecido. No puedo dejar plantada a esa persona.

— Márchese —el tono fue tan duro que logró golpearme igual de fuerte que una sonora bofetada con toda la mano abierta.

— Está bien...

— ¡No, usted no! Salga del despacho, tengo que hablar con la señorita Márquez —ni tan siquiera le dirigió una mirada a su secretaria, pero yo sí que lo hice, necesitaba escapar de alguna manera de aquel regaño que perpetraba mi piel.

La joven me miró con desagrado antes de cerrar la puerta con cuidado pues parecía temerosa de su jefe al mismo nivel que yo.

— ¿Su comida es con Gabriel?

— Sí.

— Entiendo. ¿Se le va a follar?

Abrí los ojos más de lo acostumbrado por la sorpresa. Jamás había escuchado esa pregunta dirigida a mí y aquella situación me parecía surrealista, pero la expresión de Arthur era tan seria que temía contestarle de cualquier manera.

— ¿Qué?

— Eso no es una respuesta. Seré más preciso con usted: ¿sí o no?

— Pero, ¿se puede saber qué demonios le pasa? ¿A usted qué diablos le importa si me acuesto o me dejo de acostar con quién a mí me dé la gana? Yo no le he dicho nada sobre sus prácticas sexuales en oficina aunque me parezcan una guarrada y no tiene nada que ver con que sea mi jefe o algo parecido, sino porque es su condenada vida privada. —Sentía el calor en mis mejillas abrasándome con la misma fuerza que lo haría un fuego externo, ajeno a mi persona.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora