Capítulo 31

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Sabía que no debía y que me estaba metiendo donde no me llamaban, pero no me importaba. Aquello había sido mi culpa. Si no hubiese dejado entrar a Kraft en mi vida nada de eso hubiese sucedido. Así que, tras hacer una compra de helado que pedí a una de estas maravillosas compañías de mensajeros que llevaban comidas de un lado al otro, intenté ponerme en contacto con Tre. El teléfono estaba comunicando. Menudo momento había escogido el muy idiota para ponerse a llamar. Podía salvar su relación, aquella que siempre había creído que sería para siempre si tan solo colgase el maldito teléfono.

Pasó un cuarto de hora y después otro más. Decidí dejarlo por imposible. Cheryl no tardaba más de media hora en terminar de ducharse arreglarse y vestirse, por lo que necesitaba desistir. Si me pillaba llamando a Tre probablemente iba a ponerme la cabeza más alta que los pies. ¿Era así el dicho? En fin, como fuese. Me negaba a que también se enfadase conmigo.

Llamaron a la puerta. Fui para recoger el pedido del helado. Se me había olvidado lo que habían tardado en llevarlo, así que rápidamente comencé a hacer un recuento de daños. ¿Algo de esos helados estaba lo bastante derretido como para que tuviese que pasar por tratamientos intensivos mejor conocido como congelador?

Uno a uno los destapé y aunque no tenían mala pinta, supe que no dudarían mucho más en su plena consistencia sólida. Sin pensarlo entraron todos y cada uno en el congelador y cuando cerré la puerta, Cheryl había salido del baño sentándose en el sofá.

— Greta, creo que deberías irte —dijo más seria de lo que esperaba.

Oh, oh... ¿cómo se había podido enterar de mi intento por llamar a Tre?

— ¿Por qué? ¿Ocurre algo?

Refunfuñó un poco consigo misma y luego asintió. No quiso mostrar la sonrisa que se escapó de sus labios al principio, así que volvió a esconderla en la expresión de enfado que seguramente iba a ofrecerle al resto de la humanidad.

— Me ha llamado Tre. Me ha pedido hablar y bueno, le daré una oportunidad para ver qué diablos quiere decirme ese idiota. Si no se disculpa en cuanto pase por el cerco de la puerta juro solemnemente que deberás preparar tu estómago para los tacos —me señaló con uno de sus dedos.

Se la veía nerviosa y mucho. Tan solo esperaba que todo fuese a mejor. Tre no era tonto. Debía haber recapacitado dándose cuenta que no iba a encontrar a nadie en el mundo que pudiese compararse ni lo más mínimo a Cheryl.

— Está bien. Te dejo. Ya sabes que solo tienes que llamarme —sonreí intentando darle ánimos antes de dar un beso a su cabello.

Cheryl se quedó allí tras despedirme con la mano y agradecí esos momentos de relax. Era algo que detestaba, en cierta ocasiones, de los culebrones como aquel. Después de haber estado en el meollo de la situación, ahora tenía que esperar a que el episodio terminase de grabarse sin poder vivir en directo las emociones del momento. Suponía que la relación de aquel par era lo más cercano que podía tener a una relación de pareja en mi vida. Yo no iba a vivir esa clase de sentimientos.

Cuando llegué a mi piso, saqué la llave para así entrar en mi hogar. Me sorprendió encontrarme a Gabriel sentado en el pasillo, con un libro entre sus manos, pasando las páginas sin ningún temor a que le tomasen por loco.

— ¿Qué haces aquí?

Me miró con una gran sonrisa y después se encogió de hombros.

— Pensé que como iba a leer me daba igual dónde hacerlo.

— No creo que el pasillo sea el lugar más cómodo.

— Pues te equivocas, ¿eh? Tiene su aquel.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora