Capítulo 4

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Trabajar hasta altas horas de la noche no era algo que me hiciese especial ilusión si incluía a mi jefe en todo aquello. Era un hombre que tenía sus propios métodos y no podía culparle por ello, pero estaba acostumbrada a manejar todo como buenamente podía. Así que, la sola idea de poder ser juzgada por mi trabajo me parecía desagradable. Suponía que era una de esas desventajas por haber trabajado tanto tiempo a mi libre albedrío.

— ¿Por qué no se toma un descanso? —pregunté viendo que se nos habían quedado casi fríos los platos que nos habían traído.

Llevábamos tanto trabajando que yo me había quitado los zapatos y mi jefe se había sentado en el suelo intentando sacar algo de lógica a algunas de mis anotaciones del pasado.

— Coma tranquila, yo estoy bien —dijo sin tan siquiera levantar la mirada de los papeles y aunque debería haber seguido su consejo, me negué a dejarle allí malgastando cada segundo que pudiese cuando era un trabajo que parecía hasta inhumano viéndolo con la perspectiva del tiempo.

Me levanté y fui hasta él. Me senté a su lado teniendo cuidado con la dichosa falsa de tubo que tanto odiaba y le entregué un plato de comida.

— Coma.

Sus ojos se posaron en el plato y después en mí casi como si le estuviese sacando de un trance. Dejó escapar una sonrisa y asintió.

— Está bien, jefa —la última palabra la dijo con retintín, pero disfruté al escuchar que alguien me llamaba de esa manera por una vez.

— Ahora entiendo a la perfección que les guste que les llamen así —hice como si un exagerado escalofrío recorriese todo mi cuerpo—. Ya noto cómo se me sube el poder a la cabeza.

Por un momento, me pregunté qué diablos estaba haciendo. No es que le estuviese tratando con una familiaridad desbordante, pero solamente era así con Cheryl. Me dejaba llevar por las tonterías que me cruzaban la cabeza en el momento y ambas pasábamos unos ratos fantásticos. Sin embargo, mi yo del trabajo era muy diferente. Mucho más seria y estirada aunque no tanto como el hombre que tenía al lado y que seguramente me estaría mirando como si fuese un bicho raro.

— Que no se le suba a la cabeza del todo, sigo siendo su jefe —se inclinó hacia mí para susurrar aquello y cuando mis ojos se posaron en los del señor McCallister, pude ver la sorpresa que se extendía por sus ojos reflejando la mía propia.

Nos separamos y el silencio se hizo sobre nosotros. Me levanté para coger mi propio plato de comida y me senté dispuesta a disfrutarlo.

— Si me obliga a dejar de pensar en todo este desastre, va a tener que darme tema de conversación o volveré a olvidarme de comer —dijo casi intentando volver a aquel tono jocoso que tanto nos había sorprendido a ambos.

— ¿Quiere que le cuente la última película que he visto? Se me da de cine destripar historias —llevé una pinchada de la comida a mi boca sin tan siquiera haber mirado lo que era. Olía bien, así que entraría fácilmente aunque no me gustase ni lo más mínimo saber los ingredientes de los que estaba hecho.

Se rió levantándose del suelo. Terminó sentándose en la mesa de mi escritorio conmigo antes de observarme con una atención que solo me había prestado él a la hora de trabajar juntos.

— Suena tentador. Aunque me gusta intentar adivinar cosas —sus largos dedos se deslizaron por sus labios antes de regalarme una sonrisa—. Hagamos de esto un juego. Me distraerá.

Asentí dispuesta a volverlo interesante, pero por supuesto a no hacérselo nada sencillo. La última película que había visto había sido Rebeca. No era uno de los últimos éxitos en taquilla, precisamente, así que si no era hábil, probablemente terminaría perdido entre los nombres que ahora gobernaban las carteleras y me gustaba saber que tenía posibilidades de llevarme la victoria, por mínima que fuese.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora