Capítulo 28

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Abracé a Cheryl. Sabía que se había dado cuenta de la presencia de Arthur, pero no había dicho palabra alguna al respecto. Puede que le diese igual que el mundo entero supiese sobre su desgracia. Había pasado por lo mismo, pero la vergüenza me había hecho esconderlo. Suponía que al ser ambas diferentes, no podíamos tener la misma reacción y, probablemente, Tre no la había dejado por lo mismo que Kraft me había abandonado a mí.

Pude escuchar la puerta cerrarse y como no se había despedido, supuse que Arthur aún seguía ahí. Pero lo único que yo quería saber era cómo ayudar a la mujer que entre mis brazos estaba demostrando que también estaba hecha de pedazos.

— A ver... ¿qué es lo que ha pasado? —pregunté dado que no me entraba en la cabeza que Tre hubiese hecho algo así porque sí aunque si tenía que posicionarme tendría bastante clara a la persona que iba a defender, salvo que Cheryl demostrase que se había comportado como una desquiciada sin sentido y había tirado todo por la borda por puro aburrimiento o placer.

Apoyó su cabeza en mi hombro mientras intentaba controlar sus lágrimas. Jamás había visto a mi hermanastra de esa manera y lo que menos deseaba era que se volviese una constante en su vida. Sabía lo que era sentirse miserable y siempre había creído que no le ocurriría con Tre al lado, pero no contaba con que él pudiese irse a alguna parte. Sabía que podía llevar tiempo que se tranquilizase.

Arthur me miró desde su lugar ni tan siquiera se había movido de la puerta. Le hice un gesto y él entendió. Comenzó a buscar un vaso de agua y unos pañuelos aunque sospechaba que podía ser más complicado que encontrase eso último. Me preguntaba si iba a quedarse mucho más allí. Siendo algo tan importante de una persona a la que apenas conocía, pero tampoco es que fuese un hombre que tuviese en cuenta esas cosas. Quizá los matices no fuesen su fuerte.

Trajo el vaso de agua y los pañuelos. Le sonreí para darle las gracias y le entregué uno a Cheryl que tras cogerlo estuvo mirándolo más tiempo del común como si tuviese algo interesante escrito en su composición blanca. Sus dedos acariciaron la textura y poco a poco, empezó a relajarse. Por mi parte, seguía acariciándole el cabello y teniéndola pegada a mi cuerpo en un abrazo. Supuse que, probablemente, la noche sería larga si decidía hablar.

Cuando estuvo más calmada, le di el vaso de agua y se lo bebió de un trago. Se apretó a mi cuerpo por instinto y parpadeó varias veces dándose cuenta que, en el sofá de al lado, Arthur nos miraba con la preocupación escrita en sus facciones.

— Os fastidié la cita, ¿eh? —suspiró intentando bromear.

— Ni mucho menos. No te preocupes. Ya habíamos terminado —me apresuré a negar.

Mi jefe le dirigió una mirada a Cheryl y luego se inclinó hacia delante, apoyando sus codos en sus rodillas mientras una sonrisa asomaba en sus labios.

— Claro que sí. Has hecho imposible que tenga una noche de sexo apasionado —se quedó serio durante unos momentos demasiado largos en los que me pregunté cómo diablos podía tener tan seguro que iba a caer en sus redes.

Después volví a analizar rápidamente la frase que había dicho. Había asegurado que él tendría sexo apasionado esa noche, pero no ambos por lo que me quedé mucho más conforme. Seguro hubiese terminado llamando a alguna de las chicas que debían esperar todos los días con ansia un simple gesto que indicase que él estaba listo para volver a estar con ellas.

Arthur se rió, demostrando que solo estaba bromeando, al menos eso era lo que pensaba y deseé con todas mis fuerzas que Cheryl comprendiese el matiz de esa frase con facilidad, pero al no mirarme ni mostrar signo de sorpresa, comprendí que había sido tan perspicaz como yo. Rio un poco con él y luego, se acurrucó en mi pecho respirando profundamente, extenuada.

Agárrate que vienen curvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora